Maduro y su camarilla van sintiendo la presión. El país está sumido en la crisis más grave que se ha experimentado en la era republicana. No es que la gente está perdiendo la paciencia, sino que ya la perdió.
De todas partes del país llegan a cada hora reportes sobre saqueos por comida, estallidos sociales, protestas, denuncias, linchamientos, heridos y muertos. La olla de presión se calienta cada vez más. La pregunta que todo el mundo se hace es: “¿Cuándo explotará esto?”.
Lo que le ha quedado al maduro-cabellismo es ordenar represión. Pretenden que les siga funcionando la estrategia de “candelita que se prende, candelita que se apaga”. Pero no. Los venezolanos estamos hartos. Ya no son “candelitas”, son auténticos incendios. Y no se apagan tan fácilmente.
En la autopista Francisco Fajardo, a la altura de La Urbina, hace pocos días la Guardia Nacional tuvo que salir huyendo ante la furia de la gente de Petare.
En otros sitios, los militares no hallan cómo parar a una población desesperada. Las informaciones indican que muchos han decidido no disparar contra el pueblo. No quieren verse las caras en el tribunal de La Haya.
A Maduro se le agotan las salidas. Su crasa ignorancia, sus ineptos consejeros, su miedo al futuro y su prepotencia ilimitada le impiden diseñar su partida. Por eso huye hacia adelante. Peor para él.
Pretende iniciar a estas alturas un diálogo. Podría ser, pero se nota la insinceridad y la maniobra. Quiere distraer. ¿Ganar tiempo? No, que va, ya no queda.
La propuesta de diálogo debe ser aprovechada por la oposición para desnudar al régimen y seguir presionando, ahora en un frente más, sin abandonar ni uno de los que ya se tienen activados. Y sin ceder ni en un milímetro en el Referéndum Revocatorio.
En el plano internacional, ni hablar. Como dice la canción, “tooodoo se derrumboooó…”, a Maduro no le viene saliendo nada bien. Odian a la OEA “imperialista” pero siguen participando en ella tratando de cuadrar votos. Hace un año no hubieran perdido la reciente votación.
La Carta Democrática Interamericana se presenta como una espada de Damocles. Expone a Maduro y a su gobierno como una vergüenza mundial. Por cierto, también debería ser invocada la Carta Social de las Américas de la OEA, como acertadamente propuso el movimiento socio-político GENTE – Generación Independiente.
El escenario de MERCOSUR también se presenta como una amenaza para el régimen chavista. Paraguay, en un episodio del tipo “te espero en la bajadita”, presiona por la salida de Venezuela de esa instancia.
A los venezolanos nos quieren escamotear la comida a través de un perverso y discriminatorio mecanismo inventado por la dirigencia roja-rojita. Lo denominan CLAP, Comités Locales de Abastecimiento y Producción. Pero el Abastecimiento no se ve. ¿Y la Producción? Menos.
Por ello, la gente se indignó colmando con violentas protestas las Avenidas Fuerzas Armadas, Baralt y Urdaneta. Ya no se trata del alejado Este de Caracas. El “Urdanetazo” fue muy cerca de Miraflores.
Para concluir este artículo, sostengo que Maduro y sus compinches temen más una marcha hacia Miraflores de 25.000 personas por la Avenida Sucre proveniente del Oeste de Caracas que una de 1.000.000 de personas venida del Este.
Ah, perdón, se me olvidaba… sobre el título de este artículo…. el helicóptero…
Resulta que para el 19 de Diciembre de 2001, la situación social en Argentina se volvía incontrolable. Saqueos y mini-estallidos por todo el país.
El Presidente para entonces, Fernando De La Rúa, decretó Estado de Sitio. En lugar de calmarse, la situación empeoró. Muertos y heridos.
Al día siguiente, 20 de Diciembre, en Buenos Aires la situación se desbordó, con saqueos a supermercados, cacerolazos y marchas llamando a la renuncia del Presidente y su gobierno.
Finalmente, De La Rúa se vio obligado a renunciar. Cuando iba a tomar el ascensor para abandonar la Casa Rosada, le advirtieron:
– “No, señor presidente, hay muchísima gente furiosa en la Plaza de Mayo. No puede salir por tierra. Ya está listo el helicóptero”.
Lo llevaron a la azotea y allí estaba, apenas posado con el fin de no descargar todo su peso sobre el histórico edificio, un helicóptero Sikorsky S76B.
Cuando el aparato se elevó, lo que el ya ex-presidente en su escapatoria alcanzó a escuchar fueron gritos e insultos de la gente enardecida allí muy cerca, en la Plaza de Mayo.