La promesa del Apocalipsis de un nuevo cielo y una nueva tierra se aleja cada vez más de nuestro país. Ya en estas horas “no nos une el amor sino el espanto”, como diría el gran Borges. Espanto por el nivel de destrucción al que ha llegado Venezuela y que no tiene precedente alguno ni en nuestra historia ni en el continente americano. Y espanto por el empeño sin escrúpulos de Nicolás Maduro y su horda de seguir usurpando el poder aun cuando saben que su “revolución” heredada por el difunto Hugo Chávez ya se acabó y solo quedan ruinas.
Nota de prensa
Este campo de concentración en el que han convertido a Venezuela no tiene interlocutores para un diálogo y esto sin duda empeora el panorama. Porque el diálogo es la condición de posibilidad de la existencia de la sociedad. Sin embargo, es inviable en nuestro país, el mismo chavismo lo asfixió desde siempre. No porque sea un terco o radical empeño de algunos sectores opositores sino porque durante estos diecisiete años la práctica ha demostrado que el diálogo no es sino un tiempo extra que sólo ha beneficiado y beneficiará siempre al régimen. Un tiempo extra que ya no podemos permitirnos porque la nación es una peligrosísima encrucijada en la que al final podría la ira ganarnos a todos y eso sí es realmente triste.
Esa ira manifestada en las protestas y en los saqueos es más que justificada y aunque moralmente es inaceptable no puede ser condenada porque ella es el resultado directo de este régimen que sin misericordia alguna nos destruyó la venezolanidad y sus valores.
Y es frente a esa ira que se está manifestando tímidamente por ahora a la que no se puede responder con diálogo porque eso sería un traidor maridaje con quienes nos tienen secuestrado el país y que han sido actores y alcahuetes de todos los latrocinios imaginables, de todos los delitos establecidos en el orden jurídico, con la vil de excusa de mantener un poder que fue usurpado con la pavorosa dialéctica del socialismo del siglo XXI que denunciaba las corruptelas y los clientelismos del pasado.
El pueblo venezolano necesita respuestas concretas no esperanzas mesiánicas porque ya no hay tiempo. El tiempo se acabó. La barbarie se está convirtiendo en una epidemia que podría pasar, y si le deja avanzar, pasará una factura de alto costo para todos. Es esto lo que la estrechez mental de Maduro no logra entender y que le impide hacer un sano juicio desde la razón (que de por sí no posee) para presentar con valentía su renuncia a la primera magistratura de la nación en la que sólo se sostiene por la prostitución institucional de los demás Poderes y la Fuerza Armada Nacional.
Si la respuesta es el referéndum revocatorio deben tomarse medidas concretas para presionar sin cortapisas y desde la calle la realización de este derecho constitucional en condiciones electorales transparentes y asistidas por diferentes organismos y organizaciones internacionales. Sin presión en las calles no habrá ningún resultado.
Mientras que frente a la gravísima crisis humanitaria es necesario apelar ante los expresidentes Zapatero, Torrijos y Fernández, que están fungiendo como abogados del diablo, para que el régimen reconozca de una vez por todas y en plena recta final de sus días la apertura inmediata de un canal de ayuda humanitaria que ayude a paliar la hambruna y el suministro de medicamentos a la población. No se puede permitir que un niño más muera por no tener tratamiento a su enfermedad.
Este momento de la vida nacional reclama que nadie se erija solitariamente como oráculo. Maduro hay que echarlo del poder y para eso es necesario ponerle fecha a su salida si es electoralmente y sino convocar sin medias tintas una marcha sin retorno que de forma pacífica exija su renuncia de forma inmediata. En ambos casos será necesario establecer un gobierno de unidad nacional que conduzca al país en el marco de una Asamblea Constituyente a la refundación de la República bajo un nuevo ordenamiento constitucional y un nuevo sistema político.
Hay momentos que exigen posiciones definitorias. El de Venezuela es este. No se puede ceder un solo espacio y ni se puede dar marcha atrás, la ofensiva debe ser la bandera de la unidad opositora. Es el momento de la firmeza y que le digamos a Maduro: ¡Ya basta! ¡Vete!