90 asesinatos por cada 100 mil habitantes, la muerte desmedida de venezolanos por el deterioro del sistema de salud, el desabastecimiento de insumos médicos y medicinas; la escasez casi absoluta de alimentos, intimidación policial, detenciones arbitrarias, tortura y violación sistemática de los derechos humanos. Parece la crónica de un conflicto armado, pero en realidad es la radiografía de un país que sobrevive al hambre y el terror.
Sólo un Estado fascista ejerce su autoridad a través de la violencia, la represión y la propaganda; y cualquier parecido entre el concepto y la realidad venezolana no es casualidad. Muestra de ello la desmedida actuación de los cuerpos de seguridad contra los venezolanos que, desesperados por conseguir comida, han salido a las calles de manera pacífica a protestar.
Esa incontinencia represiva, demostrada por los funcionarios de la Policía Nacional Bolivariana y de la Guardia Nacional tampoco es casualidad. Encarnando el “espíritu del pueblo”, al mejor estilo del fascismo de la Italia de Benito Mussolini, el Estado “todopoderoso” que dirige Nicolás Maduro, enfila sus cartuchos hacia la disidencia, la agrede, humilla y obliga a pasar penurias.
Estamos frente a una tragedia alimentaria y de salud sin precedentes en nuestra historia, y lo peor es que el gobierno se niega a reconocerla. Venezuela es una bomba a punto de estallar. Hay hambre, desesperación, cansancio y CEGUERA Estatal.
“No tenemos comida que darle a nuestros hijos”, “Solo hacemos 2 comidas y a veces una”, escuchamos decir una y otra vez. ¿Dónde quedó el artículo 305 de la Constitución, que obliga al Estado a garantizar la seguridad alimentaria de la población “entendida como la disponibilidad suficiente y estable de alimentos en el ámbito nacional y el acceso oportuno y permanente a éstos por parte del público consumidor”?
¿Qué pasó con la seguridad alimentaria y con el pleno desarrollo de la producción agropecuaria interna de las que habla nuestra Carta Magna?
¿Cómo es que nuestro pueblo tiene que enfrentarse a perdigones y bombas lacrimógenas por exigirle al gobierno que haga valer sus derechos a la vida, salud y alimentación?
No será con bombas lacrimógenas que se mitigará el hambre del pueblo señor Presidente. Mucho menos con la aplicación del sistema paralelo de distribución de alimentos, los llamados CLAP. Esos Comités Locales de Abastecimiento y Producción sin duda alguna solo politizarán aún más la entrega de comida a nuestra gente, con el único y macabro fin de humillarlos y matarlos de hambre.
Encontrar una solución URGENTE para acabar con la hambruna y evitar una implosión nacional, va más allá de controles y caprichos. Acabar con la crisis pasa por un revocatorio presidencial.
Es momento de escuchar a los venezolanos e incluso de dar un paso atrás. Estamos viviendo una situación de EMERGENCIA que llama a gritos el auxilio internacional. Acepte la ayuda Presidente y deje fluir el referendo. Venezuela pide con desesperación un cambio.
¡Revocatorio YA!