Hace una década el gobierno propuso los Comités de Contraloría Social y los Consejos Comunales en un vano intento de hacer más eficaz el abastecimiento de productos en los niveles locales. En aquel tiempo, y también ahora, se trata de lograr la cuadratura del círculo: resulta imposible elevar la eficacia de la distribución de productos alimenticios cuando se ha destruido el aparato productivo nacional y ya no se cuenta con suficientes divisas para importar los bienes que antes fabricaban las empresas nacionales; y cuando, además, se dinamitaron las redes privadas de distribución que permitían colocar los productos de consumo masivo en los lugares más apartados de la nación y en los barrios más pobres. Esta doble labor destructiva –en el campo de la producción y de la distribución- asegura el fracaso de todo intento voluntarista que desconozca la realidad creada por el chavismo.
Los CLAP, en teoría, forman parte de la red pública de alimentos, integrada por Mercal, Pdval, Abastos Bicentenarios, los mercados a cielo abierto y las bodegas comunales, todos proyectos fracasados, y constituyen un componente del Poder Popular. En la práctica, actúan como un perverso mecanismo clientelar, que lleva el sectarismo y la exclusión al paroxismo. Representan una versión aún más degradada e insultante de la Libreta de Racionamiento utilizada por los comunistas cubanos durante sesenta años. En la isla antillana, ese instrumento es aplicado por los Comité de Defensa de la Revolución, controlados por el Partido Comunista Cubano. En Venezuela, se maquilló el dominio del PSUV señalando que los CLAP estarán integrados por miembros de Unamujer, las UBCh, el Frente Francisco de Miranda y los Consejos Comunales, todas organizaciones sometidas a la férula del partido oficialista. Forzado por las denuncias, Freddy Bernal se vio obligado a declarar que los CLAP distribuirán las bolsas de comida a todos los habitantes del sector donde operen. Como las bolsas que se repartirán serán cada vez más escasas, esos comités privilegiarán a la clientela roja local, excluyendo a todos los que no formen parte de la cofradía. La aberración que entrañan los CLAP supera las perversiones más demenciales utilizadas en Corea del Norte y Cuba, donde la escasez y la miseria están esparcidas de manera bastante uniforme entre todos los pobladores de una comunidad. Aquí se busca seleccionar un pequeño grupo de privilegiados que serán quienes reciban las migajas repartidas por el gobierno.
Los CLAP buscan derrotar la “guerra económica”, acabar con el acaparamiento y doblegar la inflación. La “guerra económica” es una quimera que carece del encanto de las ficciones inteligentes. Todas las empresas expropiadas o confiscadas por el gobierno, se encuentran quebradas. En las empresas privadas que todavía sobreviven, el gobierno mantiene una rígida supervisión a lo largo de toda la cadena productiva y sus comisarios deciden cuál es el destino final de los bienes que se fabrican. Si existe alguna “guerra económica”, expresada en desabastecimiento, acaparamiento y especulación, sus comandantes son los ineptos gerentes que el gobierno coloca en cargos clave, los burócratas que deciden hacía dónde se dirigen los bienes producidos y los oficiales de la Guardia Nacional encargados de velar que las órdenes se cumplan.
Con los CLAP, la corrupción recorrerá el sistema desde la cúpula hasta las bases. Ya no se concentrará en Cadivi, Pdvsa, el sector eléctrico, las empresas básicas, el narcotráfico y todos los demás componentes de la corrupción en gran escala. Ahora, la descomposición incorporará a las bases del PSUV, adornando la integración con el lenguaje homérico de la democracia protagónica, el poder popular y las otras engañifas utilizadas por el régimen para tratar de ocultar su fracaso y errores, algunos de los cuales forman parte de un proyecto cuyo centro reside en el saqueo continuo y total de la nación. Cleptocracia con CLAPtocracia.
@trinomarquezc