Jamás pensé que Venezuela llegaría al punto en que estamos por obra de quienes tienen la responsabilidad de dirigirla. Ya no se trata de incompetencia máxima. Tampoco de corrupción, en el sentido de robarse el dinero o de corromper iudadanos para hacerlos cómplices de sus acciones. Es algo mucho peor. Tiene en sus haberes la liquidación del Derecho como instrumento regulador de la vida en sociedad, dejando abierta la ruta hacia la violencia y el terrorismo.
La violencia terrorista no es una ideología. Tampoco una organización, aunque de acuerdo a los últimos hechos pudiera parecerlo. Es una herramienta criminal usada por los controladores del poder, incluso por Estados respetables, por movimientos políticos de distinto signo y, por supuesto, por organizaciones mafiosas como las del micro y macro tráfico de drogas. El objetivo es sembrar miedo y terror mediante la amenaza permanente que se deriva de la violencia. A veces
logran el objetivo de retener el poder, aunque nunca se sabe por cuánto tiempo más.
Para la “revolución” primero van los hechos y después el Derecho. No pueden ser prisioneros de una camisa de fuerza que los limita, es decir de un ordenamiento jurídico estable y de aceptación general. Pero todo tiene un final. Llega un momento en el cual la rabia, la indignación, las necesidades crecientes de la población generan una disposición a la lucha más allá de lo normal. Se trata de un sentimiento existencial que deja atrás el miedo y el temor.
Debemos responder con fuerza y determinación. El objetivo continúa siendo el cambio de régimen, empezando con la salida del jefe del poder ejecutivo en el menor tiempo posible. La mejor forma de defender la democracia es ejerciendo nuestros derechos. Frente al temor y al miedo que pretenden sembrar, se impone una fe tranquila pero decidida
en la causa de la libertad. Por supuesto, con la fe no basta. Debe acompañarse de la acción decidida y corajuda para vencer.
Se trata de una verdadera guerra, aunque de naturaleza diferente a las tradicionales. No podemos agotarnos en las palabras. Quieren destruirnos porque no soportan nuestra existencia como ciudadanos libres. Cualquier signo de debilidad de nuestra parte, impulsa a los violentos a más violencia. El camino hacia la victoria es mediante
acciones rápidas y unitarias.
Unidad sincera y honesta. No puede confundirse nunca con complicidad. En su nombre no pueden tolerarse errores graves. Tampoco conductas reprochables. Alertas frente a las maniobras divisionistas del oficialismo.
@osalpaz