Aquello de la “democracia participativa y protagónica” o del “socialismo del siglo XXI” son hoy risibles consignas propagandísticas borradas por la erosión de las libertades ciudadanas y económicas que ha impulsado el actual gobierno, en la medida que su fracaso y signo dictatorial se han dibujado como muecas trágicas en su rostro.
En la medida en que los efectos del propio fracaso del modelo económico impulsado por la “revolución” causa estragos en la economía, esto es, escasez; destrucción del sector privado; persistencia de controles y regulaciones que descapitalizan y obligan a operar a pérdida; ausencia de garantías a la inversión, sequía cambiaria, hiperfinflación) el gobierno, antes que reconocer su error y fracaso, opta por mantener y profundizar las políticas que nos condujeron a la tragedia actual.
La anarquía y una pretensión totalitaria definen a la actual hora venezolana. El saqueo del erario público, la militarización de la estructura estatal, la criminalización de la disidencia y el bloqueo de las acciones opositoras que aspiran revocar constitucionalmente el mandato de Nicolás Maduro, se conjugan en un mar de impunidad y cinismo para revelar una nueva etiqueta para el actual ropaje del gobierno en el país.
Pero el nuevo Estado Malandro, Frankestein tropical ensamblado sobre la ruptura del Estado de Derecho y el trituramiento de la legalidad constitucional, además del desconocimiento de la nueva realidad política y económica luego de la mayoría electoral opositora del 6-D, se aferra al poder, un poder que descansa hoy en la imposición y complicidad de la Fuerza Armada y el aumento de la represión y cárcel para quienes protestan por hambre y medicinas,por nombrar solo dos carencias que se multiplican a diario en cada rincón del país.
Ante la ruina y devastación que el chavismo ha ocasionado al sector empresarial, a la economía nacional, Nicolás Maduro conduce a la nación hacia otro estadio de degradación económica, moral y política, jugando con el hambre de la gente, y militarizando lo que va quedando en pie en los anaqueles del sector alimenticio en la geografía nacional. Las cadenas de la sumisión neoclientelar, de la humillación al venezolano, ya tiene nombre: CLAP.
Los “Comités Locales de Abastecimiento y Producción” (CLAP) son la “originalísima” creación del gobierno que inevitablemente deviene en un delirante objetivo teñido de rojo: concentrar la distribución del 70% de los alimentos que se consumen en el país, en bolsas de comida, según el Ministro Marco Torres. Militarizar la distribución de migajas que Maduro defiende como soberanía alimentaria.
Tan indigno como forrar una bolsa de comida con la miseria del clientelismo y la discriminación política, es defender su carácter sectario y excluyente, por parte de quienes comulgan aun con la imposición del proyecto chavista.
Detrás del río revuelto de protestas y saqueos, subyace una tensión y malestar ante el drama humano del hambre y empobrecimiento. Bienvenidos a la CLAPtocracia. Chávez vive. La miseria sigue.
@alexeiguerra