La tragedia para los griegos era un género literario que se mezclaba directamente con el acontecer social. Para Aristóteles la tragedia es una imitación – una mímesis – de una acción esforzada realizada por un personaje que ocupa una posición superior a la de los espectadores: reyes, varones ilustres, héroes; y sus acciones producen la compasión del espectador. Menciona en su Poética a tres personajes que fueron para él los representantes más emblemáticos: Eurípides, Sófocles y Esquilo. Nos centraremos en Sófocles, específicamente en su obra Antígona y la abordaremos en el contexto de la Poética del gran filósofo griego.
Sófocles produjo más de ciento veinte obras, de las que lograron conservarse siete tragedias y un fragmento de una pieza satírica. Se considera que uno de sus grandes aportes al género de la tragedia es la introducción de un tercer actor, nutriendo así los diálogos; la relación entre diversas obras (Ej. su ciclo de Tebas: Edipo rey y Antígona) y el foco de las acciones en un contexto psicológico, lo que le permitía crear una riquísima galería de héroes. Las siete tragedias de Sófocles son: Edipo rey, Edipo en Colona, Antígona, Áyax, Electra, Las traquinias y Filóctetes. Hay noticia de los títulos de sus obras extraviadas y trozos de algunas de sus obras, como los cuatrocientos versos de Los sabuesos, descubiertos en 1912, en un papiro egipcio.
Antígona era la hija de Edipo – soberano de Tebas- y Yocasta. Era hermana de Ismene, de Eteocles y de Polinices. Antígona acompañó a Edipo cuando éste, descubriendo el incesto mortal que cometió se exiló de Tebas, sacándose ambos ojos. Lograron refugiarse en Colona, Ática, donde Edipo fallece. Antígona regresa a Tebas cuando Polinices y Eteocles se dan muerte recíprocamente. Ambos tenían un pacto para turnarse anualmente el reino de Tebas, pero Esteocles lo rompe y se queda con el poder. Polineces entonces reúne un ejército y decide atacar a Tebas. Para dirimir el conflicto, ambos hermanos se van a duelo, y los dos mueren. Quedando vacante el trono, Creonte, hermano de Yocasta y tío de los fallecidos, asume el poder y ordena dar sepultura a Esteocles, con honras fúnebres por haber defendido a Tebas contra el ataque de su hermano. Así mismo, Creonte decreta que no se le dé sepultura a Polinices, por considerarlo un traidor: para mí una persona que, en la ciudad mandando, no se atenga al mejor criterio, sino deje el miedo a tal o cual cosa cierre su boca, me parece el peor hombre que ha existido jamás; y para el ciudadano que posponga su patria al amigo, ninguna consideración tengo. Ordena que su cadáver sea expuesto en el campo para ser devorado por los animales.
Las tradiciones griegas eran muy estrictas con el deber sagrado de sepultar a los muertos para que el alma no vagara eternamente sin reposo y sin alcanzar el Hades. Semejante orden debía ser acatada sin discusión alguna, pero Antígona decide rebelarse, por considerarla injusta con la ley natural, la leyes no escritas e inmutables de los dioses.
La ley que rige los principios morales de Antígona es la ley de las costumbres, la religión y la familia. En consecuencia, es condenada por su tío Creonte a ser emparedada viva, pero se suicida ahorcándose. Hemón, hijo del rey y prometido de Antígona, había tratado de convencer a su padre que pusiera fin al decreto, pero Creonte insistió tercamente y despreció la petición. Cuando Hemón encuentra el cadáver de Antígona, también se suicida, lo que ulteriormente genera la muerte de su madre, que no soportando la suerte de su hijo, igualmente pone fin a su vida con sus propias manos.
El Rey no pensó en las consecuencias de su terquedad. Se mantiene firme toda la obra, haciendo caso omiso de los ruegos de su hijo y los fundamentos lógicos de su sobrina Antígona. Solo en dos ocasiones da muestras de debilidad: cuando el oráculo Tiresias le advierte sobre las consecuencias de la muerte de Antígona; y al tener noticia de los suicidios de su hijo y de su esposa. Para Creonte su única Ley es el poder.
De esta obra podemos extraer las siguientes ideas:
1- Oposición entre leyes divinas y humanas
2- Relación entre tiranía y libertad.
Para Hegel, Antígona evidencia la tensión entre los valores morales de la ciudad, encarnados en la figura masculina, Creonte, y los valores morales “naturales” que profesa Antígona como mujer (Estética, 1835). La interpretación política del mito se hace en el siglo XIX, el conflicto entre las leyes escritas y no escritas, los dilemas del individuo frente al poder absoluto. Antígona es el símbolo de la rebeldía y de la libertad de pensamiento. Creonte se equivoca. Pese a violar una ley escrita, Antígona tiene la razón y las consecuencias son funestas para todos los implicados. Antígona muere defendiendo sus ideales; Creonte pierde el respeto de su pueblo y de sí mismo como resultado de su “ceguera” ante el poder.
Antígona y la Poética de Aristóteles
Para Aristóteles la literatura es el arte de imitar con las palabras, el arte como reproducción de elementos de la realidad. Existirán tantos géneros como modos, medios y objetos de imitación estén disponibles. La tragedia imita acciones esforzadas, épicas y elevadas, a diferencia de la comedia, que imita acciones cotidianas. La tragedia es la imitación de una vida y la felicidad o tristeza están en la acción y no en el personaje. Para el filósofo, la tragedia es el arte que imita una acción esforzada y completa. Es la mimésis de acciones y no pensamientos o sentimientos (objeto de la lírica). En la tragedia se imitarán acciones esforzadas de personajes superiores al espectador.
Antígona es una tragedia que tiene un principio y un final, las unidades de acción, tiempo y espacio descritas en la Poética de Aristóteles se cumplen a la perfección.
La obra está escrita y hablada en un lenguaje elaborado, rico, cuidado, retórico, ornamental, que tiende a la armonía, al ritmo y al canto. La actuación de todos los personajes es la que hace avanzar la acción, no el relato. No hay un narrador externo que cuente la trama. Y mediante la compasión que sentimos hacia Antígona y Hemón; y el temor o rabia que nos produce Creonte, Sófocles logra producirnos la catarsis.
Para Aristóteles para que una obra sea exitosa es necesario organizar y estructurar la acción, de manera adecuada, y no de cualquier forma. Sófocles presenta Antígona a través de recursos que generan una continua tensión y suspenso en el espectador. Y en orden de mayor a menor valor catártico, Aristóteles propone cuatro tipos de final para la obra: Que un personaje esté a punto de desarrollar la acción y obtenga la agnición justo antes de efectuarla; que el personaje ejecute la acción y que, luego de efectuada la misma, obtenga la agnición sobre su acción; que el personaje lleve a cabo la acción con agnición, y que el personaje esté a punto de efectuar la acción con agnición y no la lleve a cabo. En Antígona, Sófocles escogió la segunda. Creonte ejecuta su orden y las consecuencias de la misma son las que le provocan la agnición. Aquí la agnición resulta de los hechos mismos y se produce la sorpresa del espectador con circunstancias verosímiles. Para Aristóteles este tipo de final es el más recomendable.
Antígona es una obra compleja e imita acciones que provocan temor y piedad. El placer que se deriva de la historia se produce precisamente por esos elementos prescritos por Aristóteles. El concepto de mímesis se cumple a la perfección. La piedad en Antígona sucede tal y como lo describe Aristóteles, cuando el hecho trágico se ejecuta con premeditación a un miembro de la familia, en este caso la acción de un tío – Creonte – a su sobrina – Antígona-.
Aristóteles afirma que una imposibilidad probable es preferible a una posibilidad improbable. Los suicidios de Hemón y Eurídice constituyen en Antígona una imposibilidad probable ante la irracionalidad de Creonte. En conclusión, Antígona reúne todos los elementos recomendados por Aristóteles en su poética. Su extensión es adecuada y siempre mantiene la coherencia. Cada acción genera una consecuencia lógica que imprime verosimilitud a los acontecimientos. Se encuadra en lo que el filósofo considera la forma más bella.