Puestos de acuerdo y por dos vías diferentes, nos fuimos “al pairo” para confirmar en una “captahuellas” la firma que habíamos estampado en una planilla impuesta, varias semanas antes. Nos llegamos a la Plaza de Los Palos Grandes, donde cada día se concentran varios cientos de ciudadanos, desde muy tempranas horas, con la finalidad de tratar de comprar algún producto desaparecido en el automercado que queda enfrente. Durante la semana pasada, a esa aglomeración se le añadió otra. Las organizaciones que disienten y combaten al régimen que nos destruye, organizaron la salida de autobuses a distintos sitios del Estado Miranda, para que los firmantes del Estado pudieran acceder a una de las trescientas máquinas que absurdamente asignadas, había colocado el CNE en sitios inexplicables.
Dijimos que íbamos al pairo pues aunque teníamos control sobre nuestras acciones, la decisión del destino final no la tomamos nosotros, la tomaron los abnegados colaboradores que desarrollaron, de manera superior, los eventos que cubrieron los cinco días de la semana.
Originalmente, partimos hacia Higuerote. Para hacerles la lectura lo más breve posible omitiremos muchos “detalles”. Todos quienes íbamos, alegres, optimistas, decididos a cambiar a Venezuela, listos a cumplir con nuestro derecho, iniciamos un viaje de algo más de cien kilómetros. A la mitad del camino se nos comunicó que las “captahuellas” de Higuerote estaban congestionadas, por lo que el destino se cambió, seguimos hacia Río Chico, cuarenta kilómetros adicionales. A los pocos minutos, nueva enmienda. En Río Chico se repetía la congestión por lo que nuestro destino final se cambió a Cúpira, linda población situada a ciento setenta y cinco kilómetros de la capital. Total que un viaje indeterminado para el que habíamos partido de nuestro hogar antes de las ocho de la mañana, nos permitió llegar a Cúpira muy cerca del mediodía. Si seguíamos unos treinta kilómetros más, llegábamos al Estado Anzoátegui.
El proceso de colocar nuestros cuatro dedos (los dos pulgares y los dos índices) en la máquina, incluyendo la breve cola, nos tomó unos diez minutos. Después de reponer nuestra comodidad y satisfacer la sed, tomamos rumbo a Caracas. Total del recorrido TRESCIENTOS CINCUENTA kilómetros. Tiempo empleado, casi siete horas.
Satisfechos, orgullosos, contentos, sintiéndonos ciudadanos, regresamos a nuestro hogar.
Pero no podemos quedarnos con la satisfacción y lo contento que estamos, por haber cumplido y satisfecho nuestro derecho. Pensamos que hace falta un análisis de conjunto.
Sin cansarlos con ejercicios matemáticos, hemos calculado de forma conservadora, que si cada uno de los CUATROCIENTOS VEINTE MIL ciudadanos que completó el proceso, necesitó cinco horas para hacerlo, Venezuela despilfarró MIL años hombre de trabajo. Es decir. Con el tiempo empleado por quienes logramos completar el proceso, mil hombres hubieran podido trabajar y producir todo un año en jornadas de ocho horas por todos los días que deben ser laborables. No podríamos o no podemos suponer un hombre trabajando mil años…
En esta cuenta hipotética no hemos incluido el tiempo que emplearon todos aquellos que no pudieron concluir con éxito su proyecto.
Tampoco podemos analizar la actitud hostil e inconstitucional que demostraron quienes dominan la conducción del sesgado y desvergonzado árbitro electoral. Baste con recordar que tuvieron la “condescendencia” de aumentar el número de sitios de validación, de 24, uno en cada estado, a 300, estratégicamente ubicados para hacerlos inaccesibles o inhumanamente congestionados.
Venezuela se encamina a corregir lo que nos ha sucedido en estos muy largos casi dieciocho años. El futuro merecido, está a la vuelta de la esquina. Dios mediante y con el esfuerzo de todos.
Ing. Rafael Diaz Casanova | @rafael862