La expectativa hacia un gobierno donde los militares tomaban cada vez mayor protagonismo, era que lograran dar seguridad ciudadana y mantener un clima de paz y tranquilidad. La realidad ha sido muy distinta a pesar de que el gobierno ha avanzado en su talante autoritario, control de los medios de comunicación, de las instituciones, de la educación, de las policías y la FAN, es el caos quien gobierna en Venezuela y cada día nos sentimos más a la deriva, mientras la cúpula gubernamental simplemente niega los hechos.
En el primer semestre del año se registraron 330 saqueos o intentos de saqueo, ante esto el gobierno responde con represión, lo que ha generado un mayor número de muertos y heridos, pero no ha detenido este tipo de actos. Las trágicas historias de mujeres dando a luz en las colas, abortos causados por la represión, y negocios arrasados por los saqueos, hoy son parte de la cotidianidad aunque en los medios masivos no se difunda sino una pequeña parte de los hechos, aunado a una inseguridad que cobra cada vez mayor número de vidas.
La cara más reciente de la tragedia que vivimos fue la de miles de compatriotas cruzar desesperados la frontera para conseguir los alimentos y medicinas que no hallan en su tierra.
Desde hace 17 años y con especial énfasis en la época del Madurismo, hemos visto como la anarquía se apodera de Venezuela, vivimos bajo la Ley de la selva, y hemos perdido los valores tradicionales del venezolano. La solidaridad, compañerismo y alegría que nos caracterizaban han sido reemplazados por el “sálvese quien pueda”, al comprar alimentos, al tomar el transporte público al prestar servicios.
Está claro que para acabar con este estado de caos, el primer paso que debemos dar es un cambio político, porque no es con represión y autoritarismo que se debe gestionar esta crisis, sino con políticas públicas sensatas que cambien el panorama, políticas que Maduro y su equipo se han mostrado incapaces de tomar. Dicen que el hombre es el único animal que se tropieza 2 veces con la misma piedra, pero después de 17 años tropezando es hora de cambiar el rumbo.