Los venezolanos estamos inmersos en una gran crisis que constriñe nuestros estómagos y nuestros bolsillos, dinamitando literalmente las bases de nuestra sociedad, perdiéndose de forma acelerada los valores morales que apuntalan la sana convivencia de un País. Y de igual forma preocupa, que en el alma de los venezolanos esté desapareciendo el valor por la vida, la responsabilidad, la justicia, la amabilidad, el respeto, la tolerancia y la honestidad.
Cuando un padre no tiene un comportamiento ejemplar, no puede exigir de sus hijos la misma forma de conducirse porque no predica con el ejemplo. De la misma forma que los gobernantes que amparan, protegen y esconden a funcionarios que se aprovechan de sus cargos para dilapidar los recursos de la nación en beneficio propio y en detrimento de la calidad de vida de sus gobernados, o para favorecer a familiares y amigos.
Si el discurso al que se somete a diario a la sociedad es violento, beligerante, intolerante y cargado de odio, no puede pretenderse que esa sociedad se comporte de forma pacífica, en paz y tolerante con sus semejantes.
Soy un convencido de que la actual crisis por la cual atravesamos los venezolanos, tiene un componente de inmenso peso en esa pérdida de valores que por razones políticas y propagandísticas se le ha venido induciendo a la población. Tenemos ya más de diecisiete años siendo testigos del trastrocamiento moral del sistema. Hemos sido espectadores de cómo se ha privilegiado la mediocridad y la incapacidad en vez de fomentar la educación y la preparación como herramientas fundamentales del progreso y la prosperidad obviando que buena parte del éxito colectivo se deriva de la suma de los éxitos personales.
No podemos ser testigos silentes de la descomposición moral que sufrimos. Es trabajo de todos el recuperar los valores que sirven de sustento a nuestra sociedad. Los mensajes que confunden a nuestros jóvenes y al total de nuestra ciudadanía deben ser execrados de nuestro lenguaje cotidiano. El caos no puede ser nuestra forma de vida. La impunidad y la mal llamada “viveza criolla” son anti valores que deben ser sustituidos por el respeto, la tolerancia, la honestidad y la justicia.
Si bien es cierto que la escuela es el motor de cualquier cambio en la sociedad del futuro, también no es menos cierto que en el núcleo familiar tenemos el deber moral de formar ciudadanos conscientes y de un estado que impulse la educación ciudadana, que no permita la politizacion de la justicia, que ataque la impunidad, la corrupción y que promueva las buenas practicas cívicas. Un estado que crea en el progreso y la prosperidad, que destierre el clientelismo y el populismo como herramientas políticas de perpetuación en el poder para el beneficio de unos cuantos.
Diputado Freddy Paz
@freddyspaz