“Con humanidad y democracia nun-ca han sido liberados los pueblos”. Adolf Hitler (1889-1945), político y militar alemán, Führer -líder- que guió a Alemania a la II Guerra Mundial, invasión de Europa y genocidio de los judíos. La muerte de Aníbal Chávez es la última prueba que faltaba para que la crisis humanitaria que viven los venezolanos sea incuestionable, aunque lo niegue el gobierno presidido por el heredero de su hermano, el finado presidente. Si es cierto que Aníbal, quien llevaba más de una década en el cargo de Alcalde de Sabaneta, murió de una salmonelosis, infección causada por la bacteria salmonella (y según informes médicos, con un cuadro de cirrosis hepática pre existente) y que su madre doña Elena, en su primera reacción protestó porque no le habían dado “atención médica prioritaria” y no lo habían llevado a Cuba, pues el hermano del comandante sufrió y murió por lo mismo que hoy lo están haciendo muchos venezolanos: alimentos contaminados, carencia de recursos sanitarios y mucho menos la posibilidad de buscar auxilio en otro país.
Veamos: la salmonella se transmite por comer verduras y frutas mal lavadas, carnes en mal estado. O sea, por comer lo que muchos venezolanos están comiendo: carnes y pollos que pierden la cadena de frío por apagones o cavas de transporte dañadas, manipulación antihigiénica de alimentos crudos, comida sacada de la basura, donde se ha contaminado. Sí, es una realidad que debemos afrontar: los venezolanos están comiendo de la basura porque no tiene posibilidad de adquirirlos con estos precios inflacionarios.
Hay crisis humanitaria cuando la población no accede a alimentación básica, cuando no consigue medicinas para su salud, cuando no hay una eficiente asistencia hospitalaria, cuando carecen de agua potable o cuando esa agua tiene valores perjudiciales para la salud. Todos estos elementos, se dan en Venezuela. Los venezolanos, lo saben y lo sufren en carne propia, en otros países lo saben, en las organizaciones mundiales lo saben. El único que lo niega es precisamente el gobierno que tiene responsabilidad absoluta en la gravísima crisis humanitaria que atraviesa el país. El paso por la frontera hacia Cúcuta de casi 140.000 venezolanos, desesperados por aprovisionarse de insumos para alimentarse, de medicinas y productos de higiene, dio la imagen exacta del grado de carencia inhumana que se vive en Venezuela.
Las declaraciones del gobernador del Táchira, Vielma Mora, ponen en contexto la conducta inverosímil de negar la realidad que les estalla en la cara. Criticó los precios, la alegría de los venezolanos que regresaban con bolsas de producto, insinuó que no había hambre aquí porque vio mucha gente “robusta” pasando la frontera, criticó que alquilasen autobuses de turismo y que se tomaran fotos con los guardias y en los sitios de compra. Estas críticas marginales acentúan la indignación de gente que no tiene que dar de comer a sus hijos.
La ministra de Salud negó ante la comisión de Derechos Humanos de la OEA que aquí hubiese crisis humanitaria y exhibió unas cifras del año 2012, época en que el finado importaba a granel los alimentos, después de expropiar y arruinar a los productores nacionales. El gobierno venezolano no da números desde el año 2012. Las estadísticas que se poseen es producto de las investigaciones de los médicos, las universidades y los gremios de la salud. El caso de los niños es dramático. No se necesitan estadísticas para ver la abundancia de casos de desnutrición entre los más pequeños. Y el abandono a que los someten cuando se enferman. Hemos visto protestas de niños con enfermedades terminales, exigiendo sus tratamientos. Hemos vistos las condiciones antihigiénicas, deplorables, en maternidades como la Concepción Palacios y la del Sur, que reciben a la mayoría de las parturientas de Caracas y Valencia. Bebés infectados por moscas, procedimientos quirúrgicos que se interrumpen porque se va la luz, placentas y desechos de legrados contaminando ambientes hospitalarios.
El producto de esto es una preocupante mortalidad que ha dado un salto cuántico en apenas un año. En el Hospital Universitario de Caracas en 2015 fallecieron 19 por cada mil bebés nacidos vivos. En apenas 4 meses de 2016, se superó ampliamente esa tasa, con 33 bebés fallecidos de cada 1.000 nacidos. En la Maternidad Concepción Palacios los médicos reportaron 100 bebés muertos en los primeros 3 meses de 2016. Los médicos carecen de guantes, estetoscopios, insumos básicos para asistir a partos, que realizan en condiciones no asépticas lo cual causa infecciones en las madres y en los bebés. La desnutrición hace mella en los niños. Las escuelas han dejado de suministrarles comida o les dan una muy carente de nutrientes. La hambruna está cobrando ya vidas infantiles. En el hospital J.M. De los Ríos, organizaciones privadas han comenzado a donar una “sopa solidaria” después que el hospital se quedara sin recursos. El Hospital Vargas les manda comida pero ha llegado hasta con gusanos y chiripas. Y pensar que se estima que en las compras de comida entre los años 2012 y 2014 hubo una sobrefacturación de 66.700 millones de dólares. Esas comisiones engordan a bolichicos y enchufados a costa de la muerte de venezolanos.
Codevida, una coalición de más de 30 ONG del sector salud, tuvo el valor de desmentir con pruebas y testimonios a la ministra Melo y al gobierno, para demostrar en instancias internacionales la crisis sanitaria de Venezuela. Sus campañas de defensa de la vida y la salud en las redes suministran datos tremendos. Estos son algunos referidos específicamente a las mujeres: la carencia de anticonceptivos coloca a Venezuela en el primer lugar de embarazo adolescente en América Latina; en Venezuela el cáncer de mama es la segunda causa de muerte femenina y los tiempo de espera para cirugía son de casi 2 años, en muchos casos llega antes la muerte que la operación; más de 5.000 mujeres diagnosticadas con cáncer de mama no consiguen medicamentos esenciales de forma continua y 25 de ellos no están disponibles en la farmacia de alto costo del Ivss; hay pacientes de cáncer de mama con más de 8 meses sin tomar su tratamiento; se desconocen las cifras oficiales sobre mortalidad materna; hay escasez de medicamentos básicos para embarazadas; mujeres en trabajo de parto deben recorrer hasta 5 centros asistenciales para recibir atención.
El hambre y las enfermedades no dan tregua ni tiempo. Las condiciones de vida deplorables están afectando severamente la salud física y mental de los venezolanos. La ayuda humanitaria para esta crisis humanitaria requiere de la apertura de un canal humanitario, que el gobierno venezolano se niega a abrir. Ceguera, soberbia o maldad, cualquiera sea la explicación, no será válida justificarse ante un pueblo que cada día va llenando el vaso de la impaciencia en su contra. Esta semana, la ONU, preocupada por “la erosión de las garantías básicas y la grave escasez de alimentos y medicinas” pidió al gobierno venezolano aceptar la ayuda humanitaria. De no hacerlo, la crisis humanitaria se convertirá en un genocidio. ¿Importará eso a un gobierno cuya única preocupación es que no lo revoquen?
@charitorojas