Los efectos del plan de la patria dejan sin divisas a su actual ejecutor, el gobierno de Nicolás Maduro. Varios años de políticas económicas erróneas han terminado por socavar la viabilidad financiera del Estado venezolano. Los niveles de reservas internacionales líquidas se encuentran en niveles críticos desde hace más de un año. Están en seis cifras bajas. Y las requeridas para manejar adecuadamente la economía venezolana es de por lo menos nueve cifras bajas.
La estrategia del gobierno de Chávez en el 2007 de endeudar en el mercado internacional de capitales a la nación y la estatal petrolera venezolana, partiendo de la premisa que el precio del barril de petróleo no bajaría de la franja de los $70, produce las fuerzas que han dado origen a la gran escasez de comida y medicinas. Porque el gran flujo de divisas extraordinarias durante el período 2007-2012 fueron utilizadas por el régimen bolivariano para alimentar el gasto del Estado y el financiamiento de la internacionalización de socialismo del siglo XXI, “la revolución bonita”. Las inversiones necesarias para generar un incremento en la producción nacional de bienes y servicios para hacer frente a la nueva realidad, -una enorme deuda contraída por el Estado y PDVSA- se diluyeron en proyectos con pocos resultados en divisas constante y sonante.
La orgia financiera de aquellos años dio origen a una clase parasitaria que ha mantenido su capital en el exterior, en menosprecio de la grave crisis que atraviesa la nación por la falta de divisas. Tanto los bonos soberanos como los petroleros permitieron a la nueva élite -de la nomenclatura o vinculada al Partido Socialista Unido de Venezuela- legitimar sus capitales, al tener los gobiernos de Chávez y Maduro el control absoluto del dólar estadounidense.
Sin embargo, la premisa de la abundancia de dólares que sustentó la racionalidad económica del gobierno se contrajo ante la caída de los precios del petróleo en los últimos dos años. Lo que ha llevado al gobierno de Maduro agotar los activos de la nación para seguir manteniendo tozudamente la hoja de ruta del plan de la patria.
En el 2015, para poder cumplir con los compromisos de servicio de la deuda soberana e importaciones de bienes, Maduro cobró anticipadamente gran parte de la factura petrolera que tenían los principales países miembros del Convenio Cooperación Energética y Petrocaribe. Endeudó hasta la máxima capacidad financiera a la refinería de PDVSA en Estados Unidos, Citgo. Retiró una importante porción de los Derechos de Giros Especiales que mantiene Venezuela en el Fondo Monetario Internacional (FMI). También hizo operaciones de venta o pignoración del oro monetario disponible en las bóvedas del Banco Central de Venezuela (BCV) y en el exterior. Además, renovó el tramo B del préstamo con el Banco de Desarrollo de China que alimenta al Fondo Conjunto Chino-Venezolano (FCCV) -todo un cuento chino. Y PDVSA vendió al BCV los dólares producto de la factura petrolera de la exportación de crudo y/o productos a Estados Unidos. Con todo ello fue insuficiente. Maduro logró recaudar $19.477 millones y la liquidación de las importaciones y el servicio de la deuda el monto total ascendió a $21.111 millones. Por lo que las reservas internacionales cayeron 26% ($5.715 millones).
El gobierno de Maduro entraba al 2016 con plomo en el ala. Porque no quedaban muchos activos para echarle mano ante el escenario de precios bajos de la cesta petrolera venezolana. Sólo el oro monetario que forma parte de la reservas internacionales del país. Algo en el FMI y en el Fondo Latinoamericano de Reservas. Y unas facturas petroleras pendientes de bajo monto con los países caribeños, Uruguay y Paraguay.
Mientras tanto, a PDVSA la agarraba el 2016 con un flujo de caja negativo y una gran deuda con los contratistas, por el orden de lo $20 mil millones. Lo que afectaría la capacidad de producción petrolera al no poder recuperar la declinación de los yacimientos por la falta de trabajos de taladro en los pozos.
Si se quiere volver a la senda del crecimiento económico el gobierno requiere tomar medidas estructurales que pongan de un lado el plan de la patria, de una vez por todas.
Sin embargo, la Administración de Maduro mantiene el rumbo y ha cumplido con el cronograma de servicio de la deuda externa estrangulando aún más la importaciones. Mientras que en PDVSA, Eulogio del Pino, apeló a la carta del cuento chino para cumplir con los acreedores de los petrobonos, si tiene que pagarles. Al solicitarle al gobierno de Beijing un tiempo muerto en el pago de la deuda, mientras esté el precio del barril de la cesta venezolana por debajo de los $40. Una acción que deja $5.509 millones disponibles en la cuenta colectora de Bandes en el Banco de Desarrollo de China. Y si además Del Pino logra motivar a la banca internacional de inversión para hacer la reestructuración de los bonos PDVSA 2016 y 2017 tendrá una cantidad adicional de $3.460 millones para lo que resta del año. Lo que lograría mantener con vida el gobierno de Maduro este año, buscando que en el 2017 mejoren los precios del barril petrolero y se ubiquen en $60 promedio año.
Será un craso error porque el plan de la patria es inviable. Por lo que Maduro se encuentra atrapado sin salida.
Antonio de la Cruz
Director Ejecutivo de Inter-American Trends @iatrends