Es decir, ambos pasaron a la historia y hoy son anécdotas aunque el primero configuró al país como nación y el segundo hizo una obra material monumental. Del bipartidismo, Copei está literalmente moribundo por sus peleas intestinas mientras que AD se mantiene como factor importante en la vida política, no obstante su alejamiento del poder desde 1992. Ha sido titánico para la dirigencia de AD sostener a su partido y relanzarlo. El espíritu de Betancourt está presente.
Fallecido el presidente Chávez, su creación, el PSUV, no está a la altura hoy para recomponerse y reinventarse, para seguir ocupando un espacio político de primer lugar al cual lo condujo Chávez. Sin la nómina y el presupuesto público a su disposición el PSUV quedaría confinado a ser como el Partido Comunista de Venezuela, una fuerza testimonial sin incidencia importante. Si se observa la merma del apoyo popular al PSUV desde un 45% hasta un raquítico 20% en la actualidad, es obvio concluir que a ese partido le costará ganar una elección en cualquier evento próximo a realizarse. Además, de sus cuatro figuras más conocidas ninguno tiene una valoración positiva comparada con la valoración negativa. Así estarán de mal que el mejor posicionado es Elías Jaua, con 28% de percepción positiva contra 69% que lo aprecia negativamente. A Diosdado Cabello el 23% lo juzga de forma positiva en tanto que el 74% tiene una opinión desfavorable.
Todo ello ha propiciado una especie de estado de locura generalizada que ha llevado al PSUV a lanzarse a la piscina vacía de la aventura de disolver la Asamblea Nacional o desconocer el voto popular y aferrarse a un TSJ desprestigiado, para gobernar de facto. Una repetición de la elecciones parlamentarias en lo que resta del 2016, haría que la Unidad salte de obtener ciento doce (112) diputados a por lo menos ciento veinte (120). Ahora bien, el ciclo del chavismo fue el del petróleo con cotizaciones elevadas y una generosa renta petrolera, ahora menguada. Sin precios petroleros en la estratosfera, Chávez jamás habría consolidado la hegemonía política que logró conformar. Con el declive la renta petrolera, llega a su final también un proyecto que atrajo muchas simpatías y que hoy es responsable de la calamidad social que sufre Venezuela. El reto de la Unidad, próxima a ser gobierno, es no defraudar la esperanza de un pueblo hambriento de comida y de justicia.