Ya de hecho, muchos particulares habían contratado grupos armados para defender sus vidas y propiedades. Así surgieron las Autodefensas de Colombia, al margen de la Fuerza Armada y como colaboradora del gobierno en el enfrentamiento de insurgentes. En esta Venezuela del siglo XXI hay también un conflicto armado. En nuestro caso los insurgentes son grupos opositores contra los cuales la Fuerza Armada Nacional, con excepción de la Guardia Nacional, no ha querido actuar frontalmente, por eso miraron hacia otro lado mientras el finado comandante creaba un cuerpo paramilitar, llamado Milicias Bolivarianas, con el fin de “defender la revolución”. Un grupo pretoriano, totalmente inconstitucional, conformado por elementos civiles cuyo denominador común es el odio a la oposición. Creado en el año 2005, el finado no hizo el menor caso al rechazo del pueblo hacia las milicias, expresado en el referendo constitucional de 2007 y siguió adelante, pisoteando la constitución.
Sin embargo hasta 2013 la milicia era un cuerpo folklórico, que incluía por igual a jóvenes y ancianos, que desfilaban disfrazados de militares en las ferias chavistas. Pero desde 2013, el heredero de la presidencia ha fortalecido este cuerpo paramilitar hasta encargarle esta semana labores de orden público y seguridad, área circunscrita solo a cuerpos policiales y militares. En una Venezuela estremecida por cifras récord mundiales de violencia y con 23 planes de seguridad fracasados, es alarmante la presencia de un grupo paramilitar alimentado por el gobierno, para fines puramente políticos. Al día de hoy la cifra oficial de milicianos es de 3.895.234: civiles armados para controlar a civiles desarmados, en 99 áreas de defensa integral y 335 municipios. Es muy malo un estado patrocinando fuerzas paramilitares, pero es peor que esas fuerzas estén filtradas por elementos delictivos que disponen de armamentos de guerra. Esta situación ya se está advirtiendo en eventos hamponiles, donde armas largas y granadas salen a relucir. En la última semana se contabilizan estallidos de seis granadas en diferentes sitios del país, con saldo de heridos y muertos, lo cual confirma el temor ciudadano hacia estos grupos paradelincuenciales, manejando armas de guerra amparados por el gobierno. Todas esas unidades de batalla, colectivos, defensores de la revolución, proporcionan individuos sin ningún tipo de filtro para ese cuerpo paramilitar cuya formación es un curso de tiro y el adoctrinamiento en los “Talleres sobre Campaña Ideológica Bolivariana”.
Las cifras de Venezuela son terribles: el país más violento de América, con 110 homicidios por cada 100.000 habitantes. En 17 años de revolución los números señalan que en 1998 se registraron 4.780 homicidios mientras que en 2015 se registraron más de 27.500. Por 3 años consecutivos la encuestadora internacional Gallup ha determinado que Venezuela es el país más inseguro entre 133 países analizados. 89 policías han sido asesinados en los primeros 7 meses de este año. Los homicidios han aumentado 12% en relación al mismo periodo del año pasado. En un país donde el 87% de la población manifiesta haber sido víctima del hampa, se han multiplicado los sucesos de robos, atracos, hurtos. Y lo más preocupante, los secuestros se han incrementado en 170% durante los primeros meses del año, en comparación con el primer semestre del 2015. Esta cifra solo comprende a los secuestros denunciados. La altísima tasa de impunidad (94% en homicidios, 98,33% en secuestros) impacienta a los ciudadanos, azotados por un hampa que les roba a mansalva, en cualquier sitio y circunstancias.
Es la consecuencia de una impunidad ocasionada por un poder judicial politizado, el fracaso policial para contener el hampa, la delincuencia disfrazada de defensores del régimen, un gobierno que destina cuatro veces más recursos a comprar armas para las FAN y sus milicias paramilitares que a dotar y adiestrar cuerpos de seguridad eficientes para proteger a la población. Lo malo es que hay venezolanos que hace ya tiempo decidieron tomar la justicia por su propia mano, constituirse en su propia autodefensa. Ejecuciones extrajudiciales en operativos policiales y militares hablan también de la impotencia de los uniformados en contener un monstruo que creció bajo la permisividad del régimen. Ya las noticias de linchamientos y aprehensiones violentas de delincuentes por parte de comunidades hartas del hampa, ni siquiera se publican en las ultimas paginas. Saqueo y linchamiento son palabras prohibidas en los medios de comunicación social y quien cuelgue un video de estas escenas en las redes puede tener pronto al SEBIN en su puerta. La oleada de secuestros que se registra en Valencia en las últimas semanas reitera la presencia de individuos con armas largas, granadas, chalecos antibalas, que en la mayoría de los casos obtiene su dinero fácil, generalmente en divisas y valores.
Pero esta impunidad también vienen siendo quebrada por la auto defensa de los ciudadanos que hacen redes de seguridad en las urbanizaciones y condominios. Y lo más grave: contratando expertos con pasado militar o policial, a veces agrupados en compañías que prestan servicio de “escolta de personalidades”, que están armados y haciendo frente a tiro limpio a estas situaciones. El auge de las empresas que blindan vehículos, dotan de cámaras y cercos de seguridad es otra clave de cómo los venezolanos están formando su propia auto defensa. La desinstitucionalización del país, el enfrentamiento de los poderes públicos, las fuerzas paramilitares de distintos sectores, producen esta anarquía donde el ciudadano trata de protegerse del gobierno y del hampa por igual. Con el camino político pacífico del revocatorio saboteado por el gobierno y sus aliados, fuerzas nacidas de la necesidad de soluciones cobran auge en este tablero donde ya no hay reglas de juego sino armas cargadas.
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