En Venezuela las cosas todavía están del lado del pillaje, no sólo material, que ha permitido el enriquecimiento de decenas de “revolucionarios”, sino del pillaje político. El anuncio de Tibisay Lucena no sorprendió a nadie. Era de esperarse. Un régimen forajido como el de Nicolás Maduro no podía expresarse de otro modo. Un golpe más a la dignidad de los venezolanos, a nuestros derechos.
El desespero por mantenerse en el poder le lleva asumir posiciones muy peligrosas que en los próximos días se acentuarán para mostrar fuerza y dominio, para aterrorizar y desesperar a quienes piden libertad. El régimen busca desmoralizar a la oposición, es decir, a la inmensa mayoría de los venezolanos que apuestan por el revocatorio. Ayer se sintió en todo el país un sentimiento de frustración, tan agudo como las madrugadas en las que la misma Lucena anunciaba la siempre dudosa victoria del oficialismo.
Pero, sin embargo, el ánimo se retoma y los venezolanos se preparan para salir a la calle, pacíficamente, desde luego, aunque la violencia o el terrorismo de Estado estará seguramente presente, del lado de las fuerzas de represión, policiales y militares y de los condenables colectivos paramilitares que el mismo régimen financia y mantiene para golpear a la oposición, amedrentarla y aterrorizarla.
Ante las aberraciones del malandraje político en el poder, a la sociedad civil no le queda otro recurso que resistir cívica y pacíficamente y desde ya, sin pérdida de tiempo, sin calendarios a largo plazo, para exigir sus derechos, una acción que deberá ser guiada por la dirigencia opositora, unida, con el respaldo de los demócratas del mundo que expresan a diario su preocupación por las políticas criminales de Maduro y sus cogobernantes militares.
El régimen reaccionará de nuevo, con mayor fuerza y buscará además reprimir, castigar a los opositores, a los dirigentes políticos que tienen como responsabilidad guiar el camino hacia la recuperación de la democracia y de las libertades en el país. Vendrán tiempos de violencia creada por el mismo régimen, de procesos políticos para encarcelar a los opositores, dirigentes y estudiantes; de más terror para seguir adelante con el proceso de destrucción nacional en el que se han empeñado desde 1998 cuando el golpista Hugo Chávez llegó al poder.
La unidad nacional para una resistencia civil no violenta es fundamental. No es el momento de proyectos individuales. Dirigencia y sociedad civil unidos, sin duda, vencerá y abrirá el camino hacia un período de transición hacia la paz y la estabilidad.
Robert Carmona-Borjas