Sintió un gran alivio cuando el avión tocó suelo norteamericano. Días atrás, los integrantes de la banda paramilitar chavista (Colectivo), que domina la zona de Maracay (Venezuela) donde vivía, habían abierto fuego contra él, y aun cuando milagrosamente esquivo las siete balas que llevaban su nombre, Alejandro Martínez sabía que era un hombre marcado de muerte, publica El Nuevo Herald.
ANTONIO MARIA DELGADO
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De manera que sin perder tiempo, Martínez vendió apresuradamente su más preciada posesión, una motocicleta, y con los $1,200 que obtuvo se montó en un avión con destino a Miami para evadir a los sicarios que lo andaban buscando.
Pero en el estado del Sol Brillante consiguió una muy fría recepción.
Procesado en el Aeropuerto Internacional de Miami como un caso de asilo político, Martínez fue colocado en la nevera, llamada así por decenas de venezolanos que han pasado por la celda con banquito de acero mantenido a muy bajas temperaturas. Al día siguiente sería esposado, trasladado al Broward Transitional Center (BTC), un centro de detención de inmigración ubicado en Pompano Beach donde lleva meses vistiendo el uniforme naranja de los presos.
El Nuevo Herald conversó con más de una docena de venezolanos que pasaron por la nevera, una especie de frío limbo donde son colocados los viajeros que llegan mientras aguardan que las autoridades decidan si serán deportados o enviados a BTC para recorrer en cautiverio el arduo y costoso camino del asilo político.
Algunos de ellos, como Martínez, efectivamente habían llegado a Estados Unidos con la intensión de escapar la represión, o la amenaza de ser encarcelados, o la de ser asesinados por oponerse al régimen de Nicolás Maduro.
Estos terminaron solo cambiando una pesadilla por otra, siendo encarcelados en BTC, desde donde solo podrían salir deportados de regreso a Venezuela, o las calles de Estados Unidos, tras acceder a vivir con un grillete electrónico, pagar miles de dólares en fianza y presentar el juramento de algún amigo o familiar en Estados Unidos dispuesto a responsabilizarse por ellos. Y esa opción solo está disponible si primero convencen a un juez o a algún funcionario de inmigración de que realmente son perseguidos políticos.
Pero otros de los entrevistados terminaron en BTC por error, o una mala jugada de la fortuna, ya que no tenían realmente planes de quedarse. Venían a Estados Unidos de turistas, o para comprar productos difíciles de conseguir en la económicamente colapsada Venezuela.
Y todos dijeron haber sido engañados y maltratados por los funcionarios de aduanas y de inmigración del Aeropuerto. La gran mayoría de ellos no sabía que estaban siendo enviados a una cárcel, sintieron gran alarma cuando los esposaron para ser trasladados como delincuentes a Pompano Beach, y luego lloraron cuando llegaron a BTC y vieron los uniformes naranja que debían ponerse.
Y todos respondieron sí, sin saber lo que estaba pasando, cuando con mucha insistencia los funcionarios en el Aeropuerto les preguntaba si sentían miedo de vivir en Venezuela. Respondían que sí, porque queriendo ser honestos ante los funcionarios, admitían que todo el mundo vive con miedo en Venezuela, país que se ha convertido en uno de los más peligrosos del mundo.
Respondieron que sí porque ninguno sabía realmente que detrás de la respuesta los esperaba meses de cautiverio y el ingreso a un laberinto legal de difícil salida.
A continuación siguen algunos de los testimonios recogidos. Algunos de los entrevistados accedieron ser citados con sus nombres y apellidos. Otros, por temor a repercusiones en sus procesos legales, solicitaron aparecer con sus nombres incompletos o solo con sus segundos apellidos.
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