Cuando escuchamos hablar de renuncia en Venezuela, automáticamente suele pensarse en la renuncia del Presidente Nicolás Maduro. Por supuesto que todos quisiéramos que renunciara. Lo quieren la mayoría de los venezolanos, lo quiere la comunidad internacional, e incluso uno huele que hasta el propio Maduro también lo quiere.
Indistintamente de la ilusión que les daría a los venezolanos ver al mandatario marcharse, el hecho es que el país se encuentra actualmente en una encrucijada. Una encrucijada que muchos quieren ocultar, por lo duro que resulta asimilarlo. Aun así, la realidad no se cambia con deseos, ni siquiera para aquellos que tienen una férrea fe en la Divina Providencia.
Hace unos cuantos días el organismo electoral venezolano (CNE), con su pasibilidad a la cual tiene acostumbrado al país cuando de solicitudes de la oposición se refiere, informo que la recolección del 20 % de las firmas que se requiere para poner en marcha el referéndum revocatorio en contra del Presidente Maduro, se realizaría en la última semana de octubre. Esto que señaló como una sentencia de muerte el CNE, realmente no es ninguna novedad.
Novedad es que el organismo haya dicho algo, por cuanto que lo que uno podría esperar es que simplemente hubiera dejado transcurrir el tiempo sin mencionar la palabra revocatorio. La presión popular, y la presión de la comunidad internacional- hace un par de días incluso 15 países miembros de la Organización de los Estados Americanos hacían votos para que se realizara el referéndum revocatorio- lograron que por lo menos la directiva de la manipulada institución dijera algo, aunque con sus dichos lapidara esta excelente oportunidad de terminar con mediana dignidad para el Presidente Maduro lo que comenzó como un acto oprobioso contra la Constitución de la Republica (CR).
Pero el caso no es Maduro, de quien escriben todos los días decenas de personas en su contra en todas partes del mundo. El tema que impacta a la comunidad internacional es la existencia de diferentes Venezuelas entrampadas en un mismo territorio, y de la cual pareciera que cada sector percibe la situación de manera diametralmente opuesta, o por lo menos actúan como si así lo fuera.
Mientras un inmenso grupo de venezolanos, de distintas tendencias políticas y nivel socio económico, se levanta cada mañana contando los pocos bienes de la cesta básica que les quedan para comer, y mientras otro sector de la sociedad se pliega sin descanso a participar en todas las actividades sugeridas por líderes y grupos políticos- aun a riesgo de su vida y de las demás consecuencias que podría acarrearle el contradecir los intereses del Gobierno-, existe otro sector que habla de elecciones y candidaturas presidenciales como si en Venezuela el problema fuera simplemente el cambiar de residente de la Casa Presidencial, o como si la Venezuela de hoy fuese aquella del pasado, en donde las decisiones más importantes en materia política la tomaban la cúpula de ciertos partidos políticos y la hacían llegar a la población como un hecho cumplido.
No hay cosa más peligrosa para un país en llamas que la población empiece a desconfiar de todo el mundo, percibiendo que cada cual pretende utilizarla para su propios intereses, lo cuales no necesariamente representan a los suyos. Y es que indistintamente del legítimo derecho que asiste a cada venezolano, de pensar en su nombre para dirigir los destinos del país, es necesario recordar una de las virtudes más importantes de un político: el sentido de la oportunidad. Hasta el presente, al menos que otros sepan algo que la mayoría desconoce, no solo no existen elecciones presidenciales en el calendario, sino que tampoco pareciera haber referéndum revocatorio a la vista.
Esta discordancia entre la problemática actual y los intereses, velados o manifiestos, de algunas figuras públicas que representan a instituciones del Estado, y a partidos políticos en el país, causa una grave preocupación entre los analistas políticos y Centros de Pensamiento (“Think Tank”) del mundo. ¿Cómo es posible, se preguntan, que en Venezuela a diario hay gente que muere atrapada entre una muchedumbre esperando su turno para comprar comida, y haya personas que fallecen de mengua por falta de atención médica, y sin embargo haya quien esté pensando en su candidatura para unas supuestas elecciones presidenciales?
No existe una respuesta única respecto a la actitud que pudiera asumir la ciudadanía, al interpretar que muchas de las actividades políticas en las cuales participan pudieran contener un interés adicional al objeto de la convocatoria. No obstante, manifiestan dichos analistas, el riesgo que se corre podría oscilar entre un rechazo general (anarquía) de los sectores más desposeídos de la sociedad hacia cualquier sector político- del lado que sea- que pretenda manipularlo, o un repliegue táctico hacia el sector oficialista por aquello de que más vale la seguridad de una bolsa de comida de parte del Gobierno, que un futuro incierto con los otros sectores políticos del país. En este último caso, concluyen, la salida intempestiva del Presidente Chávez del poder en el año 2002, en donde se desconocieron los poderes públicos del Estado, y prácticamente se suspendió la aplicación de la Constitución, podría ser un precedente importante a la hora de tener que tomar una decisión por uno o por otro bando.
De allí que frente a tan aterrador panorama hayamos pensado en una sencilla propuesta: renunciemos todos. Si, renunciemos todos a nuestros propios intereses y pensemos por una vez primero en el bienestar general. Renuncie el político que aún bajo las rejas de una cárcel injusta requiere del afecto de todos los venezolanos, renuncie el gobernador que semanalmente convoca a marchas y contramarchas en la búsqueda de un revocatorio que parece evaporarse, renuncie el líder del Poder Legislativo a la búsqueda de un mañana personal cuando tiene enfrente un reto del cual todavía esperan muchos venezolanos, renuncie la dama que se sentiría orgullosa por ser la primera mujer presidente de la Republica. Renunciemos usted y yo a tener una fama que no nos merecemos, y renunciemos todos a seguir tratando de juzgar con una vara distinta a aquella que nos aplicamos a nosotros mismos. Cuando todos hayamos renunciado a ser los primeros, entonces comenzaremos a entender la gloria que se nos va en ello.