La Corte de Apelaciones de Caracas ha ratificado la condena a Leopoldo López. Se dice que su defensa apelará al Supremo. El aplomo ético de este héroe venezolano injustamente apresado es innegable pero su moral impecable no significa acierto en las acciones emprendidas. A pesar de la incansable peregrinación internacional de su esposa, Lilian Tintori, no se ha cumplido el objetivo de liberarlo porque en este caso —como en toda la oposición venezolana— existe el mismo error lógico: actuar en el espejismo (en el ideal) y no en la realidad. Es un espejismo confiarle el fallo de López a un sistema jurídico servil; es un espejismo hacer una defensa legal cuando se trata de un hecho político; es un espejismo atacar a Maduro cuando está digitado por La Habana (apuntando al muñeco no se desarma la obra), es un espejismo recoger 2.5 millones de firmas para un revocatorio que ni el Consejo Electoral ni los tribunales validarán; es un espejismo creer que lo internacional será la caballería. Ahora, ¿por qué gente inteligente cae invariablemente en estas celadas? Los buenos sin dobleces de la oposición parecen estar maniatados por su psicología. Para no caer en la despreciable política, en la efectiva, la que puso y sacó gobiernos a lo largo de la historia, ellos optan por la pureza de su ideal político liberal. En realidad, equivocan el rubro, porque la política es el arte de lo impuro, es precisamente un arte de dobleces. Si la fuerza de la dictadura venezolana es crear engaños, la debilidad de la libertad es creerlos.
Mientras luche contra molinos de viento, el caballero hidalgo caerá sin poder derrotar al mal movilizado por el mago oscuro.