Río de Janeiro se despidió hoy de los Juegos Olímpicos con un torbellino tropical, un torrente de samba, percusión atronadora, purpurina, confeti, pieles al desnudo y mucho carnaval.
EFE
La ceremonia de clausura de los Juegos, ideada para dejar a los atletas y a los espectadores con “saudade” del ambiente festivo de la ciudad, fue de menos a más.
Comenzó bajo la lluvia y con la delicadeza de un par de canciones clásicas de samba, casi centenarias, como “Carinhoso” y “Pastorinhas”, interpretadas por Martinho da Vila y acabó con el ritmo frenético del carnaval.
El repertorio de la fiesta fue un caleidoscopio de la música brasileña, desde lo más clásico a estilos arraigados en las zonas rurales, el rock y la electrónica.
Tuvo espacio al frevo, un alegre ritmo del carnaval de Pernambuco, en el noreste de Brasil, con el que danzaron unos bailarines con sus típicos diminutos paraguas en las manos.
Durante la entrada de los deportistas, la samba se mezcló con la música electrónica con el house de sabor tropical del DJ noruego Kygo y la cantante Julia Michaels.
El público brasileño, con ganas de fiesta, se puso en pie en masa cuando se oyeron los acordes de “Asa Branca”, interpretados por la inconfundible voz de Luiz Gonzaga, mientras rodaban por el escenario bailarines disfrazados de muñecos de barro.
Esta es una de las canciones más conocidas del forró, un estilo musical típico del noreste brasileño y que se toca con sólo tres instrumentos -el acordeón, el triángulo y la zambomba- y se tiene que bailar bien pegado a la pareja.
La poderosa voz de Mariene de Castro dio paso a la última parte de la fiesta, que arrancó con una balada como preludio del carnaval que se desató en el Maracaná con “Cidade Maravilhosa”, canción que es un himno oficioso y alegre de Río.
El Maracaná se convirtió en una pequeña muestra de los espectaculares desfiles de las escuelas de samba y, también, de las más desenfadadas canciones que se tocan en las calles de Río durante el carnaval y que han cruzado fronteras como el “Mamá yo quiero”.
La supermodelo Izabel Goulart se enfundó un despampanante disfraz de plumas de las reinas del carnaval, no muy diferente de los que ella usa en los desfiles de Victoria’s Secret, y se contoneó con unos pasos de samba al lado del barrendero más popular de Brasil.
El Gari Sorriso (El barrendero de la sonrisa) es conocido por bailar cuando barre el sambódromo tras el paso de las escuelas de samba y, para él, estos son sus segundos Juegos Olímpicos, puesto que también participó en la clausura de Londres 2012, cuando la capital británica le pasó el testigo a Río.
El colofón de la fiesta fue un frenesí de batería y percusión, cientos de bailarines disfrazados y una carroza con dos papagayos y doce reinas del carnaval, que arrastraron tras de sí a los atletas, mientras los fuegos artificiales estallaban en el cielo con estruendo para despedir los Juegos con el más puro estilo de la fiesta brasileña.