La legitimación de la violencia y los tentáculos extendidos de las fuerzas armadas apartan a la Venezuela actual de un futuro estable, a juicio del novelista caraqueño Alberto Barrera Tyszka.
Elisa Vásquez / EFE
El venezolano, premio Tusquets Editores de Novela por “Patria o Muerte” (2015), explica a Efe que la violencia de los discursos políticos, arraigada en los ciudadanos por “la no aceptación del otro”, plantea una alta talanquera para el país, que tuvo el siglo pasado una de las democracias más aceptables de la región.
Barrera Tyszka expresa este conflicto en los personajes de su obra, que transcurre en los tensos meses que precedieron a la muerte de Hugo Chávez (1954-2013).
Son los hermanos Miguel y Antonio Sanabria, incapaces de relacionarse a plenitud por sus diferencias políticas, o Beatriz, la mujer de Miguel, que conjuraba la muerte de Chávez como la fórmula milagrosa para un país en crisis.
Y además de esta polarización, de la creencia en la justicia individual, están las armas. “¿Qué haces con las armas? ¿qué haces con los militares?, ¿cómo los devuelves a los cuarteles?. Eso es una pregunta clave en el futuro de Venezuela”, sostiene.
El académico recuerda que en los 15 años de gobiernos de Hugo Chávez (1998-2013), se otorgó a las fuerzas armadas un protagonismo y una beligerancia única.
Se les dio poder sobre la vida civil, el desarrollo económico, la gestión pública, las empresas, dice. Además, se les multiplicó al punto de la “desproporción”.
“Hay una nueva organización de la violencia”, porque además están las milicias armadas creadas por el Gobierno y los grupos criminales como los que encabezan los “pranes”, líderes de prisiones que prácticamente dirigen la política carcelaria y otras atrocidades, y “ponen en jaque al Estado”.
“¿Cómo desactivas eso? La violencia que va desde el discurso, como hablan los políticos nuestros, hasta la violencia instalada, social y políticamente”, se cuestiona.
Según cifras oficiales, Venezuela tiene una tasa de 58,1 homicidios por cada 100.000 habitantes, lo que en 2015 se tradujo en 17.778 muertos.
La organización no gubernamental Observatorio Venezolano de Violencia, por su parte, contabilizó ese año la cifra récord de 27.875 muertes violentas, lo que sube la tasa de criminalidad a 90 por cada 100.000 habitantes, una cifra inédita.
Mientras, la capital, Caracas, fue en 2015 la segunda ciudad más violenta del mundo, después de la hondureña San Pedro Sula, con una tasa de 119,87 homicidios, de acuerdo con la ONG mexicana Consejo Ciudadano para la Seguridad Pública y la Justicia Penal.
En medio de este escenario, los venezolanos se desconocen entre ellos mismos y niegan la existencia del “otro”. Han cambiado a la elite sorda y ciega, y han convertido las diferencias en marcas de la bestia.
La desigualdad y la miseria de los más desafortunados, que justificaron la presidencia de Chávez, un militar previamente conocido por intentar un golpe de Estado en 1992, se han extendido en la escasez de alimentos y medicinas, y en el incontrolable mercado, víctima de los distintos tipos de cambio del bolívar, la moneda local.
Pero Barrera Tyszka pone la lupa en el humano para contar en “Patria o Muerte” cómo estas violencias y el dolor definen a los venezolanos de distintos contextos.
Las familias del barrio, marginadas históricamente, llenas de las esperanzas de un líder y legitimadas en su modo de vida, que antes era denigrado, asqueado.
Los de clase alta, dolidos por la “revolución”, víctimas pero a la a vez victimarios. Los niños, maltratados por el verbo abrasivo.
El autor también delinea el amor por el caudillo, el carisma y la habilidad que hicieron a Chávez un redentor, y la fuente del desprecio por él y su política.
El escritor ha presentado su novela en la XII Feria Internacional del Libro de Panamá, que concluye hoy.