Vivimos la peor crisis económica y social de nuestra historia, producto de un modelo fracasado llamado “Socialismo del Siglo XXI”, pero ese modelo logró fraguar en la mente de los venezolanos un sistema de valores y creencias de vieja data que venimos arrastrando como Nación y que nos impiden avanzar hacia el desarrollo.
Aunado a ello, persiste la idea de que Venezuela es un país rico, por sus abundantes recursos naturales y que solo bastaba con un Estado que repartiera equitativamente, está idea sembrada en el imaginario colectivo mucho antes de la llegada de Chávez.
Si bien es cierto, que cada bonanza petrolera ha venido acompañada de un aumento desmedido del gasto público y consumismo que nos hace olvidar que no podemos vivir solo de la riqueza del subsuelo, porque luego vienen las caídas de los precios del crudo, aumento de la pobreza, crisis humanitarias por escases de comida y medicamentos. Es allí donde comienzan los debates sobre aumentar la producción y “sembrar el petróleo”.
El problema es que cuando todos los esfuerzos parecen estar dirigidos a generar una economía productiva, con empresas competitivas donde nuestra industria pueda sustentar la demanda del mercado y llegar a exportar para generar divisas, viene otra bonanza petrolera y lo olvidamos todo para entrar en la repartición que haga el gobierno de turno.
En tal sentido, Adam Smith señala en su libro “La Riqueza de las Naciones” que no son los recursos naturales lo que generan bienestar en la sociedad, sino el trabajo y la producción. De nada nos sirve tener las reservas de petróleo más grandes del mundo si no incentivamos el emprendimiento, el ingenio la innovación, para tener una economía productiva, donde dejemos de depender de las importaciones para pasar a ser exportadores de marcas reconocidas en el mundo.
Visto de esa forma, el haber caído en el modelo “socialista” agravó el ciclo histórico de bonanza y recesión en la economía venezolana, ya que la destrucción del aparato productivo estuvo enmarcada en un plan para sustituir la empresa privada, por una industria en manos del Estado que por ahora solo produce perdidas.
Por ello, el socialismo es un modelo que fenece, es inevitable su ocaso a pesar de los intentos autoritarios por detener ese proceso, por eso los venezolanos debemos reflexionar sobre el modelo que lo va a sustituir. Tanto sufrimiento debe servir por lo menos para aprender la lección y construir una Venezuela prospera basada en la producción.