Cuando el colapso del liderazgo democrático opositor pareciera llegar a su fin, surgen rivalidades en la MUD, o lo que es lo mismo, en el G9, e inconsistencias en la AN, que amenazan con profundizar la mutilación progresiva de los poderes públicos y de la sociedad civil ejercida por el régimen, y con ello acrecentar la percepción de que “En 2016 la AN es un elefante blanco (cosa decorativa) que no puede modificar la situación jurídica, económica o política de Venezuela, ni puede tumbar al Gobierno”, lo cual justificaría su disolución tal como es el propósito del Gobierno con ayuda del ente político por excelencia que se ha impuesto en Venezuela, el TSJ. Este escenario que se presenta como poco alentador, involucra perspectivas prometedoras ante la ficción de un Presidente llamado Maduro, eso sí, su materialización requiere mayor determinación e integridad, de una abnegación sin par que se haría necesaria también para convertir en votos los altos niveles de popularidad que registran actualmente Ramos Allup y Henry Falcón.
El reto en este momento es que millones de venezolanos sumidos en un estado de desesperación colectiva, haciendo colas gigantescas para ver qué consiguen para aliviar a sus respectivas familias, no caigan en un estado de frustración con respecto al anhelado cambio político, algo que les sucede a menudo cuando después de madrugar y calarse la mayor parte del día en una cola no ven llegar los ansiados productos de la cesta básica, obligados a retirarse a su hogares, derrotados por un sistema de abastecimiento que día con día anticipa un fracaso mayor. Ese sentimiento depresivo inenarrable se cierne sobre la Toma de Caracas y sobre todos los esfuerzos orientados a salir de esta narcotiranía, para más desgracia, ¡corrupta! El cambio se ha presentado como un faro de luz que la bruma de la decepción colectiva pudiese empañar hasta sumirlo nuevamente en el manto de oscuridad del cual se quiere salir.
El reto, o la premisa establecida por la mismísima MUD, es que antes de diciembre 2016 salga Maduro, parece no haber otra alternativa que afiance la confianza en las fuerzas democráticas alcanzada el 6D, tal como está planteado, por la vía de los votos, cosa alto difícil de suceder dada la actitud radical del régimen, quedando entonces la vía de una presión de calle que rompa las ataduras que aún nos mantiene atados a un proyecto de gobierno infame, algo que ha sido catalogado como “revocatorio de calle: revocar a Maduro y su narcotiranía con el pueblo en la calle”. Sería “la segunda etapa del revocatorio del 6D”, Para más señas, “sin calle no sale Maduro”. Ahora bien, la AN debe dar muestras de una real disposición a salir de él, por ejemplo, declarando la falta absoluta de Maduro, por causas que inexplicablemente se han hecho a un lado desde que Henry y sus muchachos llegaron al parlamento nacional; omisiones de tal naturaleza, nos colocarían ante una actuación política opositora demagógica, no habría otra explicación si realmente se quiere salir de Maduro.
Si Maduro no sale a presión antes de diciembre 2016, la MUD puede morir en el intento, así de simple, porque así como la frustración, la depresión o la decepción invaden a millones de venezolanos al no ver llegar los alimentos que necesitan para sobrevivir, “así mero, se decepcionaran de una MUD que está levantando demasiadas expectativas precisamente cuando el régimen luce ganador”, diría mi amigo el Mexicano, luciendo no del todo desacertado en razón de la incertidumbre reinante sobre el cambio de rumbo político que se presentó como un hecho para el 2016, de tal manera que no solo hará falta presión sino también pasión en quienes levantaron una expectativa de cambio que como un espejismo, entre más cerca se ve, más se aleja.
Por José Luis Centeno S. (@jolcesal)
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