A pesar del impacto generado por la hiperinflación, la falta de medicinas, alimentos y el severo deterioro de los hospitales ante la mirada global, voceros del gobierno intentan ocultar el estado de desequilibrio y conmoción generado por la crisis humanitaria que padecen los venezolanos.
Recientemente uno de los funcionarios más señalados por corrupción, desviación y manejo irregular de los recursos de Pdvsa, Rafael Ramírez, se sintió ofendido y rechazó “por falsas” las declaraciones hechas por el secretario general de las Naciones Unidas, Ban Ki Moon, quien enfáticamente llamó a los pueblos del mundo a estar pendientes ante la crítica situación humanitaria que enfrentamos los venezolanos.
Para el “humilde” vocero alejado de la realidad nacional desde la plácida burbuja de su oficina en Nueva York, en Venezuela existen “diversos problemas” en los que no profundizó, pero reflotó que no existe nada como una crisis humanitaria por demás irrelevante, sosa e invisible como la que existe en todas las calles de este vejado, golpeado y humillado país.
La canciller Delcy Eloína no solo negó una crisis humanitaria en Venezuela sino que rechazó toda ayuda internacional de alimentos y medicinas que solo esperan por la decisión del gobierno para abastecer nuestros hospitales y centros de acopio. Aristóbulo Istúriz como siempre hizo gala de su escaparate de cinismo y desparpajo, solo que esta vez se burló del padecimiento de miles de enfermos y sus familiares que deben hacer un vía crucis inútil en busca de medicinas que no existen en el país.
Peor aún es hablar sin saber, como aquellas declaraciones del “sobrealimentado” embajador comunista ante la OEA, Bernardo Álvarez, quien suscribió el padecimiento de miles de venezolanos a un invento del Washington Post.
Pero la desesperación de los enfermos de diabetes, esclerosis múltiple, VIH, cáncer, ansiedad, depresión, malnutrición y tantos otros males siguen allí afuera, latentes, esperando lo peor, sin válvula de escape, sin salida posible, dispuesta a estrellarse contra el gran muro de represión de esta canallesca dictadura.
El presidente Maduro recientemente criminalizó el hambre y cualquier otro grito de dolor que osara expresarse el próximo primero de septiembre, luego de amenazar con aplicar todo su poder de fuego y de humillación a quienes pretendan un cambio democrático en Venezuela.
Es decir, o te mueres sin chistar ni protestar en tu casa o conocerás la furia de Maduro por expresar la necesidad de un cambio en Venezuela y el derecho a la vida que tenemos todos los venezolanos por mandato constitucional.
Lo que no toma en cuenta el impopular gobernante es que el hambre la padecen principalmente niños y ancianos y que enfermarse es prácticamente un paso previo a la muerte en Venezuela. El 58% de los niños con desnutrición grave son lactantes y comienzan a morir en el más psicópata de los silencios.
Actualmente existe un déficit de 85% de insumos médicos quirúrgicos y de medicamentos como los antihipertensivos, tratamientos para diabéticos, anticonvulsivantes, medicamentos para enfermos de cáncer, prácticamente desaparecidos del territorio venezolano. La gente está obligada a vender sus carros y pertenencias para ir a Colombia y traer algunas medicinas para posponer lo inevitable.
“Que en Venezuela exista 20% de desnutrición infantil es una situación muy grave. Entre 2013 y 2015 el déficit nutricional en los colegios aumentó de 12,6% a 22,5% y los niños con sobrepeso en los salones de clase bajaron de 20% a 10,4%”, declaró recientemente el diputado indígena en la Asamblea Nacional, Virgilio Ferrer, quien también reveló al diario El Nacional que en las zonas indígenas la situación es mucho más grave porque los niños se alimentan de monte y arena, compitiendo con los animales.
El gobierno pretende ignorar que en la gestión de 3 años de Maduro se han activado enfermedades que años atrás estaban controladas, como la tuberculosis, sífilis, malaria y poliomielitis, erradicadas hace más de 30 años de Venezuela. Igualmente no hay la oportuna atención para enfermedades emergentes, como el dengue, la chikungunya y la más reciente el zika, que sin duda han tenido un repunte exponencial.
Los médicos y directivos de hospitales públicos regentados por el gobierno han comenzado a exponer la crítica situación que enfrentan ante los deteriorados cascarones para esperar la muerte en que se convirtieron los centros de salud en Venezuela.
A excepción de la bolioligarquía revolucionaria, el común de los venezolanos atrapado en tan nefastas circunstancias y sin dólares para acudir a centros de salud en el exterior, tenemos familiares que esperan por meses una oportunidad para ser tratados u operados de algún mal y todas las semanas la impotencia recorre la médula de quienes son devueltos a sus casas para morirse por falta de medicamentos e insumos.
“Es una actitud criminal negar la existencia de una crisis humanitaria en Venezuela para impedir la cooperación internacional”, afirmó recientemente el director para las Américas de Human Rights Watch, José Miguel Vivanco, al hecho de cerrar las puertas a la disposición y buena voluntad de los países dispuestos a evitar la hecatombe de muertes silenciosas que sucumben ante la censura oficial.
@damasojimenez