¡Cuánto costó que un alto representante de un ente internacional como la OEA, dijera de manera alta y clara que en Venezuela la democracia y el Estado de Derecho no existen!
Lo afirmó sin ambages, en estos días, el señor Luis Almagro, secretario general de esa organización hemisférica, en misiva dirigida al preso político Leopoldo López.
Como venezolano, reconocemos y agradecemos tal pronunciamiento, por muy doloroso que sea, sobre todo, en momentos en que luchamos por que se apruebe una fecha este año para el referéndum revocatorio contra Maduro.
Almagro se refiere en su carta a la sentencia condenatoria aberrante contra López.
“La sentencia que reafirma tu injusta condena marca un hito, el lamentable final de la democracia en Venezuela (…) es, asimismo, la terminación del Estado de Derecho (…) ninguna posición que sustente el derecho y los principios jurídicos fundamentales puede ignorar que el gobierno de Venezuela tiene presos políticos y los tortura”.
El envilecimiento y decadencia de la institucionalidad democrática ha sido un proceso que en los últimos tres lustros se ha acelerado por obra de un grupo político de ideología totalitaria y demencial, que ha conducido al país a una situación de calamidad social sin precedentes en nuestra historia.
Pocos comprenden cómo una nación que fue baluarte de la democracia y con ingentes recursos naturales, haya caído en semejante desbarajuste.
Mientras dispuso de fabulosas cantidades de recursos financieros pudo comprar voluntades dentro y fuera del país. Acalló críticas y cuestionamientos. Políticos, gobernantes, personalidades, instituciones internacionales y medios del mundo sólo veían las apariencias, la retórica mentirosa y los supuestos “logros sociales” del gobierno, pero la monstruosidad política que se estaba cocinando al interior de nuestra sociedad, era soslayada, o no percibida. Era difícil convencer a cualquiera, incluso a venezolanos, de que el gobierno chavista nos llevaba por mal camino. Dudaban de su naturaleza autoritaria y de su vocación colectivista.
Claro, su variopinta conformación en términos de liderazgo, podía hacer vacilar a la hora de una valoración adecuada del fenómeno.
Comprendemos que no era fácil “clasificar”, políticamente hablando, lo que sucedía en nuestra patria. El comportamiento político era y no era, a la vez, una democracia. En sus inicios, habían elecciones, muchas, como sabemos. Medios de comunicación libres. Partidos políticos permitidos. En el gobierno habían radicales extremistas, marxistas, socialdemócratas de izquierda, evangélicos, oportunistas y hasta derechistas y militaristas.
Pero lo que ocurría realmente en el seno de las instituciones estatales y con el ordenamiento jurídico, es decir, el proceso progresivo y enloquecido de demolición que se estaba dando, todo con vista a la construcción de un orden nuevo, el denominado ‘socialismo del siglo XXI’, era, o bien desconocido, o su significación letal no se discernía. Aprendices de brujo, gente que llegó al gobierno sin tener la más mínima idea de administración pública, o de economía, pusieron en práctica sus simplismos e ideas utópicas.
Esta deriva autoritaria, en curso desde que Chávez llegó al gobierno, la veían pocos en nuestro país. Ni se diga más allá de las fronteras.
Si bien es cierta la destrucción institucional, no es menos cierto que nada se pudo construir en substitución. Aparte de la elaboración de leyes absurdas, de diseño de nuevas estructuras inviables (el poder comunal) o de cambio de nombres de los organismos, el trabajo realizado no ha conducido a nada que valga la pena reseñar, o que haya traído algún resultado positivo a la sociedad.
Sólo desorden y caos, penuria, la inflación más alta del mundo, recesión económica, desmantelamiento o destrucción de empresas públicas y privadas, delincuencia enseñoreada, administración de justicia politizada y en lamentable situación, educación pública deplorable, y descrédito internacional galopante.
En efecto, hoy, la democracia y las libertades públicas, como señala Almagro, han sido suprimidas en Venezuela. Al fin, se ha tomado conciencia y esto es formidable avance.
Dan cuenta de ello los señalamientos crecientes en el mundo, que condenan al gobierno nacional, catalogándolo de tiranía desembozada.
Con el referéndum revocatorio planteado, tenemos ante nosotros una gran oportunidad de salir del hoyo en que nos ha metido una dirigencia política nefasta, incompetente, corrupta y hambreadora.
Una mayoría abrumadora del país está luchando por que este año se celebre ese evento contemplado en nuestra Constitución.
El país está en ebullición y movilizado para que tenga lugar sin más dilaciones. Del organismo electoral tenemos que arrancar esa fecha.
De allí que el próximo 1º de Septiembre sea el momento ideal para hacer saber a quienes lo han venido obstaculizando que los venezolanos ya no consentimos que nos sigan hundiendo en la miseria y la angustia y que repudiamos a un gobierno dictatorial incapaz de sacar al país de la crisis.
La mejor noticia es que en esta lucha estamos contando con un amplio apoyo internacional.
EMILIO NOUEL V.
@ENouelV