En el estado federado alemán de Mecklemburgo-Antepomerania, aunque uno de los menos poblados del país, los resultados del reciente proceso electoral para renovar su Parlamento regional ha remecido hoy los cimientos de su política nacional debido a que el partido ultranacionalista “Alternativa para Alemania” (AfD) ha desplazado a la moderada “Unión Demócrata Cristiana de Alemania” (CDU), partido gobernante de la canciller Ángela Merkel, a un tercer lugar y ha restado importantes puntos al “Partido Socialdemócrata de Alemania” (SPD) para conservar su cómodo liderazgo en la región.
“Alternativa para Alemania” (AfD) es un partido de ideología euroescéptica, sustentado en un visible rechazo a la Unión Europea y con reivindicaciones a su rotunda soberanía e intereses económicos nacionales por encima de los comunitarios, así como su casi febril anhelo de salirse de la eurozona y retornar al marco como su divisa oficial, entre otros aspectos.
El impetuoso aumento de la popularidad de la AfD se debería en gran parte, según los analistas, a la erosión en el proceso de edificación de un continente pujante económicamente y, especialmente, al gradual rechazo a la llegada masiva de refugiados a Alemania provenientes de Oriente Medio y Levante que huyen de la violencia y pobreza, así como de la persecución política y religiosa, provocando una seria crisis migratoria no sólo en ese país sino también en otras partes de Europa.
No obstante, que la primera participación de la AfD en el proceso electoral del 2013 no le permitió, siquiera, alcanzar el mínimo legal para integrarse al Parlamento Federal (Bundestag), lo cierto es que en estas últimas elecciones, como viene sucediendo en varios países europeos, se revela el abrupto y preocupante crecimiento de las preferencias hacia los partidos nacionalistas y, con mayor inquietud, hacia los de extrema derecha radicales y populistas debido a que estos discursos vienen calando exitosamente en el electorado alemán, apelando a pasiones, a la intolerancia e, incluso, a la inadmisible xenofobia.
Claro está que la certidumbre de una Europa unida, que se ve cada vez más amenazada, puede tener un destino poco venturoso para la estabilidad de un continente solidario y económicamente poderoso y sin tener definido, aún, otro plan que el de ser golpeados financieramente por su probable abandono, como ya viene ocurriendo con Gran Bretaña luego del “Brexit”.
Los discursos moderados de los partidos vienen, sin duda, perdiendo mucho terreno en Europa. Algo que alarma no sólo a las tradicionales democracias del viejo continente sino, también, al hemisferio americano al encontrarnos en un Mundo cada vez más globalizado e interdependiente.
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