Los profetas del desastre de finales del siglo XX venezolano teníamos razón. No podíamos esperar de Hugo Chávez otra cosa que la conducción del país a los peores momentos de su historia. No se podía confiar que quien había participado en las mortales comiquitas militares de 1992 y dispensado una visita a Fidel Castro apenas salió de la cárcel tuviese intenciones de apegarse a la reglas democráticas.
De hecho, sus primeras actuaciones en la arena política venezolana fueron totalmente antisistema, buscando por la vía de la abstención la argumentación para una revuelta que diera al traste con el sistema democrático. Convencido por algunos amigos y otros oportunistas, decidió participar en las elecciones en momentos en que el continuo ataque de los medios de comunicación y otros intereses inconfesables habían socavado la base de confianza de los venezolanos en los actores políticos del momento.
Me cansé de oír decir a gente dispuesta a votar por Chávez que peor de lo que ya estábamos era imposible. Se me cayó la lengua usando el ejemplo de Chile y de otros países que habían sucumbido a los cantos de sirenas de los socialistas disfrazados de demócratas. Lamentablemente el tiempo me dio la razón.
Venezuela ha caído a la terrible categoría de territorio en disputa. Es un país que no tiene gobierno sino una comparsa que simula dirigir el estado mientras que en realidad conducen una cantidad de negocios que los hacen inmensamente ricos. Para colmo de males, introdujeron en Venezuela dos enfermedades de difícil erradicación: la guerrilla colombiana y el tráfico de drogas.
El chavismo hizo realidad el sueño de Pablo Emilio Escobar Gaviria. Puso a disposición del narco negocio todos los instrumentos que un estado puede brindar. Desde la infraestructura de aeropuertos, carreteras, autopistas, ríos y mares hasta la participación de las fuerzas policiales y militares directamente en el negocio. Ni hablar de los jueces.
Es así como Venezuela no es la sombra de lo que era en 1998. No éramos un país rico, pero se había hecho un esfuerzo gigantesco para corregir todos los errores de los populismos que gobernaron el país desde 1958. A pesar del bajo precio del petróleo, el cambio era libre y eso permitía que los venezolanos disfrutaran de bienes suficientes para satisfacer las necesidades de la población.
Un caudillo, grandilocuente, excelente comunicador y con mucho carisma nos retrotrajo a finales del siglo XIX. Obnubilado por la cantidad de recursos que entraban por el precio anormal del oro negro, pensó que tenía a Dios cogido por las barbas. Desató un ataque de expropiaciones y expoliaciones que nos tienen literalmente en la ruina. Regaló dinero a manos llenas a otros países. Dio combustible para calefacciones a barrios del país más rico del planeta. Construyó carreteras, escuelas y hospitales pero, en otros países.
Emborrachado por un poder que nadie le cuestionaba Hugo Chávez nos deja este legado que hoy sufrimos los venezolanos y que representa una vergüenza universal. Aunque parezca chistoso, tiene que darnos pena que la prensa argentina reseñara que la selección de ese país vino a jugar con la Vinotinto apertrechada de artículos de higiene personal y papel higiénico para evitarse inconvenientes.
Da vergüenza y un inmenso dolor leer reportajes diarios de niños que mueren de hambre o que sufren de desnutrición crónica. Un inmenso pesar que no haya manera de tratar niños con cáncer y ni siquiera la posibilidad de darles calidad de vida para que puedan morir con el menor dolor posible.
Vergüenza debe darle a los chavistas que cientos de miles de hogares venezolanos llore la pérdida de un ser querido a manos de un hampa desbordada mientras la policía y quienes la dirigen están más ocupadas persiguiendo políticos y tratando de sabotear las marchas legítimas del pueblo venezolano.
Vergüenza causa un chavismo que ve a los organismos de seguridad del estado dirigidos por un señor que fue delatado como participante en narcotráfico por otros militares venezolanos capturados en el exterior. Además, su cuñado, del que no se pueda decir que haya aprobado más allá del sexto grado sino fuese por el hecho de que llegó a general, dirige el órgano de represión de la dictadura. Dedicado a inventar fábulas de golpe de estado y crear expedientes a personas inocentes para meterlas a la cárcel. Estos dos individuos son parte de esa vergüenza que es el chavismo en este momento.
Una de las banderas electorales de Chávez fue el referéndum revocatorio del mandato a los funcionarios electos. Hasta él mismo, a pesar de las trampas y violaciones de derechos cometidos, se sometió a ese proceso. Sus vergonzantes herederos, que se llenan la boca diciendo ser sus hijos, hacen toda clase de trampas e ilegalidades para impedir que se realice la consulta popular.
Después de haber recibido entradas de dinero que montan más del doble de la sumatoria de los ingresos de los gobiernos desde 1830 a 1998, nos encontramos en la vergonzosa situación de no tener moneda. Y no la tenemos porque no se puede cambiar.
La vergüenza chavista se ve en el exterior con ancianos que llevan más de quince meses sin recibir sus jubilaciones o pensiones. Con estudiantes que deben dormir en la calle cual indigentes porque el gobierno les niega sus recursos. El muy mentiroso y vergonzoso Jesús Farías llegó a decir que se les había otorgado el dinero que les correspondía.
Esta vergüenza que es el chavismo tiene muchísimas dimensiones que apuntan a un país tristemente reducido a la categoría de territorio en disputa. La penetración de la guerrilla colombiana, la conformación de fuerzas insurgentes, la libre circulación de contrabandistas de todo tipo, la presencia del narcotráfico y de las bandas criminales hablan de una soberanía vergonzosamente ultrajada por la política de un individuo que no tenía a Venezuela como un sueño sino como un instrumento al servicio de la exportación de la revolución cubana.
Es hoy muy difícil encontrar a alguien que le reconozca a Chávez algún avance del país. Y es porque hoy nos encontramos en unos niveles de miseria y atraso que solo se explican a través de la perfidia de esta vergüenza llamada chavismo. Continuaré.
@botellazo