El pueblo venezolano todo tiene el derecho constitucional a juzgar la gestión de Maduro, tanto quienes piensan que lo está haciendo machete y merece quedarse hasta el 2019, como quienes pensamos que su gestión es un desastre y que urge un cambio de rumbo. Ese derecho constitucional a un referendo revocatorio este mismo año no es negociable, ni se va a negociar bajo ninguna circunstancia.
Valga la aclaratoria pues, en respuesta a la gran movilización nacional por el revocatorio que arrancó el 1S, el régimen activó su dupla de costumbre: represión y “dialogo”. Por un lado, la represión ha sido particularmente insidiosa, obstaculizando las manifestaciones pacíficas y desatando una feroz persecución contra activistas y dirigentes políticos, llegando incluso a fabricar expedientes contra el pueblo llano de Villa Rosa, en Margarita. Por el otro lado, la vocería del régimen activó los trillados llamados a un fulano “dialogo”, con la clara intención de adormecer a la opinión pública, confundir a los incautos y buscar abrir un flanco a la lucha por el revocatorio. Vieja receta copiada de sus hermanos de las FARC, que entre bombazos, secuestros y llamados al “dialogo” estuvieron mareando al gobierno colombiano por décadas, y solo se sentaron en la mesa de negociación cuando se vieron militarmente derrotados.
La mala noticia para el régimen es que la solicitud de revocatorio ya fue activada, el reclamo ya está en la calle y, como lo demostró el cacerolazo en Villa Rosa, ya a Maduro ni le temen, ni lo respetan. Ciertamente la dirigencia democrática ha sabido acompañar al pueblo en su reclamo de cambio, pero ese reclamo es del pueblo y nadie en su sano juicio se abrogaría la autoridad de negociarlo o transarlo. Traigo nuevamente a colación las cándidas palabras del exparlamentario oficialista Fernando Soto Rojas, a propósito de los resultados del 6D: “la oposición nos dio con la misma mandarria que le dimos en 1998”. Pues bien, con esa misma mandarria de la soberanía popular es que la mayoría se abrirá paso este mismo año para juzgar democráticamente al gobierno responsable de la más profunda crisis económica y social que nos ha tocado vivir.
A todas estas, resulta reveladora la línea comunicacional que el oficialismo dirige a su base, ese 15% que les queda. Desde el lapidario “lo peor ya pasó” de Aristóbulo hasta el delirante “el chavismo se encuentra en su mejor momento” de García Carneiro, la línea es pedir unos meses más de credulidad ciega, pues ya nadie se cala indefinidamente aquel estribillo de “con hambre y sin empleo”. Ese es básicamente el doble discurso del oficialismo: a su menguada base le pide un último acto de fe y al país mayoritario le propone un “dialogo”. Afortunadamente, ya el referendo revocatorio es un reclamo que está en la calle, no es negociable, ni se va a negociar bajo ninguna circunstancia.