Carolina es una joven de 15 años y a mitad del año escolar que finalizó recientemente dejó sus estudios. No le interesaban porque tenía un novio que le daba todo. Le compraba los vestidos que quería, los paseos y hasta le daba dinero. La complacía en todos sus caprichos. Su madre creía que era el hombre perfecto, no solo porque llenaba de detalles a su hija, sino porque se veía un muchacho tranquilo y respetuoso, publica El Nacional.
Por NATALIA MATAMOROS
NMATAMOROS@EL-NACIONAL.COM
Pero esa imagen se vino abajo cuando la madre de la joven descubrió una conversación privada en el Facebook en la cual él le sugirió a la muchacha que si su mamá no le quería prestar el carro se lo robaran entre los dos.
“No seas gafa, si no te lo da, se lo quitamos”. Luego de leer el mensaje, Isaura Rodríguez, madre de Carolina, le prohibió que lo viera más.
En el barrio Inés Romero de San Félix (estado Bolívar), donde Carolina vivía con su madre, circulaban rumores de que al joven —que no llegaba a 20 años de edad— lo conocían en la zona como Niño Invento. Se dedicaba a robar vehículos. “Me decían ‘Ese muchacho no es una buena persona, su apariencia angelical es una fachada’, pero no lo quise creer hasta que vi ese mensaje en el Facebook”, relató Isaura.
Pese a que alertó a Carolina sobre las andanzas del muchacho, ella no lo quería dejar hasta que él le propuso que le sirviera de señuelo para robar un carro. “Mi hija no aceptó y empezó a tenerle miedo. El muchacho la golpeaba y la amenazaba cuando ella no accedía a sus peticiones. En varias ocasiones le dijo para intimidarla: ‘A mí nadie me deja. Yo soy el que termina la relación y si lo haces, te mato y no estoy jugando”.
Asustada, ella le dijo que bajo esas condiciones no podía continuar. El joven la perseguía a los sitios a donde ella iba. ‘Mi hija no podía ir a la bodega del barrio porque la seguía, y una vez tiroteó la fachada de la casa, en señal de que no estaba jugando. En ese momento dejé el miedo a un lado, porque debo pensar en la seguridad y la estabilidad emocional de mi muchacha, me la llevé a casa de una comadre en Maracaibo que nos brindó protección para salvarla de ese pran y la inscribí en otro liceo. Vendí mi casa y no regresé”.
Aterradas y sin salida. En el barrio de San Félix, donde vivía Isaura, otras ocho adolescentes han abandonado la zona por temor. Se han involucrado con cabecillas de bandas delictivas del barrio y cuando se ven amenazadas por ellos, que también intentan involucrarlas en sus crímenes, se marchan como una medida de desespero para rehacer su vida por una que les dé tranquilidad.
De cada 100 adolescentes por lo menos 10 son desplazadas de sus lugares de origen por esta causa con la ayuda de sus padres, de acuerdo con Hisvet Fernández, coordinadora del Observatorio Venezolano de los Derechos Humanos de las Mujeres.
Siga leyendo en El Nacional