En el centro del vestuario, reposando la historia recién vivida, Luis Guillorme expone deprisa su biografía, a los 12 años emigró con sus padres de Caracas a Florida y a los 21 ya es una de las mayores promesas de los New York Mets de la MLB, porque, como estrella de la selección española, tiene una confesión que hacer: “Nunca he estado en España. Mis abuelos eran de allí y, a principios de este año, le dije a mi agente que arreglara los papeles, pero aún no he visitado el país”, reseña una crónica de El Mundo de España
Sentado a su derecha, conocedor de la controversia, Dani Martínez relata despacio su historia, se formó en Caracas, lo intentó en Nebraska y acabó en Barcelona, su trabajo ejecutivo en Nike apenas le permite tiempo para entrenar, porque, como veterano de la selección española, tiene una reivindicación que hacer: “Hay gente que se queja de las nacionalizaciones, pero estamos abriendo camino en el país en un deporte minoritario: es peor que el fútbol, con todo su dinero, tenga que tirar de Senna o Diego Costa”.
Los dos forman parte de una España única, por su éxito, haber disputado la final de un Europeo de béisbol 61 años después, pero, sobre todo, por su composición. De los 24 convocados para el torneo continental que finalizó ayer con derrota por 3-2 ante la poderosa Holanda, sólo dos suplentes, Jorge Balboa y Eric Segura, nacieron en el país que representan y el resto, incluido el entrenador estadounidense Paco Figueroa, llegaron de fuera: 16 son venezolanos, entre ellos siete de los nueve titulares, y seis son dominicanos.
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