Además, sorprenden las variadas y contradictorias versiones que algunos voceros partidistas arrojan nerviosamente al foro público, seguidos por un cortejo de eufemismos. El diálogo se hizo conversación preliminar y, cuidado, si de distraídas interjecciones alrededor de una taza de café; a la jugada adelantada de algunos partidos, se adelantó aún más aquella individualidad que arguye una determinada relación personal con la contraparte; descuellan supuestos mediadores que sólo cuentan con la venia gubernamental, añadidos los viáticos correspondientes; se realiza en una localidad venezolana o, preferiblemente, foránea; e, incluso, cuenta con actores sobrevenidos y de dudosa representación política.
El diálogo es un universal, indispensable e inevitable recurso político para zanjar toda diferencia, convencidos los sectores de la imposibilidad de aplastarse, excepto lo hagan mutuamente. Requiere elementalmente de un conjunto de condiciones existenciales y necesarias para hacerlo viable, como la del recíproco respeto y reconocimiento en pie de igualdad, una convincente representatividad política, la capacidad real de comprometer a todos los sectores representados, el leal compromiso con el contenido y – detalle nada baladí – los procedimientos, la adecuada valoración y aceptación de los mediadores, el logro de propuestas y hechos concretos que refuercen la legitimidad de la tarea, porque – además – el simple verbalismo no es diálogo.
Consabido, el gobierno no es fiable en este y en otros terrenos, y llamó diálogo a una diatriba bien calculada que televisó con sectores de la oposición, mientras asesinaba y detenía a los jóvenes por 2014. Siendo tan obvio, se convierte en un burdo pretexto que desee dividir a la oposición, toda una conquista cuando toda ésta, interiormente, no está informada de las intuiciones, ideas, ocurrencias o iniciativas que algunos iluminados emprenden o puedan emprender.
El gobierno procura a todo trance sobrevivir, en detrimento de un Estado Constitucional y, no es inútil abundar, republicano, civil y democrático. Por consiguiente, tenemos una falsa razón que no se compadece con las exigencias básicas de una oposición que invoca la Constitución, el cese de la represión, la libertad de los presos políticos. Vale decir, el cumplimiento celoso de las condiciones mínimas que autoricen a hablar del diálogo que, informadas, comprometa realmente a las partes representadas.
@LuisBarraganJ