En plan de víctima frente al agresor despiadado, el presidente de Guyana, David Granger, se presentó ante a la Asamblea General de la ONU para acusar a Venezuela de agredir y amenazar la existencia de su país en el concierto mundial. Ya en nuestras propias narices, la embajadora de Guyana en Venezuela, Marilyn Cheril Miles, adelantó el calumnioso guión durante su intervención en la XXVII Cumbre del Movimiento de Países No Alineados, al puntualizar que la reclamación venezolana sobre el Esequibo representaba una “amenaza”. Frente aquel desaire, la respuesta oficial del profesor de Historia y Ciencias Sociales, Aristóbulo Istúriz, Vicepresidente de la República, solo atinó a responder que su gobierno “está comprometido a resolver el conflicto con la paz”.
¡Vaya forma de defender los intereses de la patria! Mientras en el suelo nativo se persigue y encarcela a los “enemigos internos” que luchan por la recuperación de la Democracia, hacia el exterior el discurso y las acciones frente a los que no dudan en ultrajar la soberanía de Venezuela sobre su territorio, luce parsimonioso y francamente antinacional.
La dignidad de Venezuela es abofeteada una y otra vez sin el menor signo de recato, porque bien saben en Georgetown que quienes aquí nos gobiernan, no van hacer nada para recuperar lo que nos pertenece por derecho. Toda aquella alharaca que se montó en julio del año pasado en el hemiciclo de la Asamblea Nacional, resultó un pote de humo para distraer la atención de los incautos. La fulana “comisión de alto nivel” para revisar las relaciones con Guyana quedó en la nebulosa. Papeles y palabras fue lo que sobró luego.
La cumbre del MNOAL resultó un fiasco de marca mayor, porque a cuenta de complacer los gustos de los delegados invitados y asegurar su apoyo o al menos su neutralidad en los escenarios multilaterales donde se cuestione al gobierno de Venezuela, se sacrificó el interés nacional y lanzaron al saco roto la reivindicación del Esequibo.
Entretanto, el brigadier Granger actúa a sus anchas, aplicando una estrategia ofensiva contra Venezuela, mientras permite la expoliación de las riquezas en el territorio en disputa y se pasa por el forro las disposiciones del cacareado Acuerdo de Ginebra.