¿Recuerdan ustedes como se comportó Lucifer sus últimos días en El Cementerio, antes de ser liquidado? ¿Recuerdan lo últimos días de El Picure, atrincherado? Un comportamiento similar es posible observar en quien ha fallado en eso de ser dictador a la nueva usanza, porque el miedo al igual que el hambre es traicionero, y el miedo se apoderó de Nicolás, he allí la razón de su ansiedad, estrés, duda para tomar decisiones, odio, rabia. Lo peor es que no se da cuenta de que el miedo se apoderó de él, aunque el 26-S dio signos inequívocos de pánico, no es para menos, sabe al dedillo que el pueblo viene por él.
Por miedo es que el Heredero se muestra invulnerable, e incluso, arrogante. Por miedo, hace su mejor esfuerzo para demostrar que tiene el poder, obvio, no quiero perder el control. Y por lo tanto trata de manipular, dividir, poner a pelear a los demás… todo eso le falló, entró en pánico, quedó feo pa’ la foto allá en Cartagena, a donde llegó tarde mostrando que la MUD, y con ella, el pueblo, marca la pauta en la política nacional, tanto es así, que Jorgito y Diosdado no han dicho nada nuevo ni relevante después del 26-S, más de lo mismo, con las consabidas amenazas, convertidas en atrocidades procurando con ello contener a la dirigencia opositora.
Quedaran pequeñas sus mazmorras, se harán insuficientes sus pervertidos mecanismos judiciales penales, porque el adversario es el pueblo, lo mismo le pasó a Juan Vicente Gómez, a Marcos Pérez Jiménez, llenaron las cárceles, hicieron de la persecución política y la tortura una práctica común, hicieron causa común con depredadores de la nación, de tal manera que no es algo nuevo, como tampoco es nuevo el desenlace de crisis como la que vivimos por estos días, habida cuenta de la determinación de los ciudadanos a salir de la tiranía, y eso es así porque nuestros gobernantes no solo perdieron la brújula, peor aún, están perdiendo la oportunidad que les brinda la historia de salir por la puerta grande como lo hizo Timochenko, en nombre de las FARC-EP.
Por el camino que va, Nicolás corre el riego de entregar el gobierno, de deponer sus armas, en condiciones menos halagadoras que las FARC, y todo por no encontrar una salida que lo salve, miedoso que no halla vía de escape a su peligrosa situación, resultándole insoportable la presión social que no deja de crecer ni en sus cortos sueños de insomne.
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