Desde que el pueblo venezolano decidió apostar en las elecciones de 1998 por un cambio radical dejando atrás el esquema de partidos surgido a partir de 1958, ha perdido aceleradamente las principales conquistas lopolíticas, económicas y sociales alcanzadas luego del derrocamiento de la dictadura de Marcos Pérez Jiménez.
Los 40 años de democracia imperfecta que dominaron el devenir de los venezolanos del 58 al 98, hicieron de Venezuela un gran país. Permitió modernizarse y construir una clase media intelectual fuerte, que a partir de los 80 fue asumiendo mayor protagonismo para detener el deterioro y promover los cambios que el modelo político comenzó a exigir en su lenta agonía.
El empobrecimiento social que se produjo en los 80 con la caída de los precios del petróleo, la alta inflación, el control cambiario (Recadi) y la corrupción, obligó a la clase política a buscar un nuevo rumbo, esta vez hacia la apertura, con lo cual se lograron muchos éxitos. La economía no petrolera se fortaleció y la dependencia con el oro negro se redujo a 70%, con buenas perspectivas de bajar a 60%.
A principios de los 90 dos corrientes a su estilo querían cambiar el status quo. Por un lado un grupo de políticos renovadores y una sociedad civil comprometida promovían la descentralización y una democracia de mayor calidad. Por el otro, grupos civiles y militares en la clandestinidad conspiraban para lograr una transformación mediante las armas. Un tercer grupo anclado en el poder no quería cambio y optó por frenar los liderazgos reformistas en sus filas, que finalmente se quedaron con los crespos hechos.
Los violentos se adelantaron y en un sangriento y fracasado golpe militar, hirieron de muerte la maltrecha democracia venezolana. Sus integrantes bien entrenados y con sed de llegar al poder no cesaron y volvieron a golpear sin piedad desde el sector militar para hacer más profundas las heridas del primer intento, causando un derrame por el que se han ido la mayor parte de los derechos ciudadanos ganados por décadas de lucha.
El sistema de gobierno que han levantado los violentos es considerado como el más corrupto que ha tenido Venezuela desde que existe como República.
Pero qué podían esperar los venezolanos de aquel movimiento conformado por el último reducto de guerrilleros que no se acogieron o no calificaron para la primera ola pacificadora de los 70 planteada por Caldera?
Que podían esperar los venezolanos de un grupo que fue dejando en el camino loables y comprensibles propósitos de cambio, que incursionó en el delito común para proveerse de recursos económicos, que secuestró y asesinó en nombre de la “revolución”?
Que podía esperarse de una generación que se formó en el fanatismo ideológico, que aprendió a adorar a Mao, a Stalin y a Pol Pop, reconocidos genocidas?
Que podía esperarse de células clandestinas que leían “Mi Lucha” de Adolfo Hitler para aprender de la experiencia Nazi? Que podía esperarse de pseudo-líderes que asesinan animales para beber su sangre y de ese modo hacerse más fuertes?
Hay que reconocer que los que están resistiendo en el gobierno para no ser revocados, han sufrido en el camino una metamorfosis psicosociológica que los ha convertido en una especie mutada, inédita, no solo en Venezuela, sino en toda Latinoamérica, con la excepción de Cuba donde los han creado.
La actual crisis no tiene su origen en la caída de los precios del petróleo, ni podrá resolverse si estos se incrementan. Se trata de un sistema que nunca se ha acoplado a la cultura ni a las costumbres de los venezolanos. En los períodos en que aparentó funcionar, fue posible por los inmensos recursos proveniente de la venta del petróleo invertidos en políticas sociales engañosas, populistas y que sirvieron para crear una clase corrupta y asegurar una masa votante para mantenerlos en el poder.
De modo que lo que tenemos al frente -y eso lo sabemos todos- no es cualquier cosa. No es una dictadura clásica, es algo mucho peor que aún le falta un nombre. Por menos de lo que ha ocurrido en el país en estos 17 años y con todo el arrojo que ha demostrado la oposición y el pueblo de Venezuela, cualquier régimen por fuerte que hubiera sido ya estaría desde hace rato enterrado.
Es mucho más y creo que no han mostrado todo lo que pueden y son capaces de hacer. En la segunda guerra mundial fue necesario casi destruir toda Alemania para derrotar a los nazis. En Venezuela ellos han acabado con la economía, con el sistema de salud, siembran hambre y terror y siguen resistiendo.
Por ello el revocatorio no es solo un arma para sacar del poder a Maduro y su régimen, es una oportunidad histórica de unirnos en función de un nuevo proyecto de país. El revocatorio no es solo una meta, es la partida, el comienzo de una nueva Venezuela. El revocatorio debe y tiene que ser el punto de quiebre, el acto constituyente para una transformación estructural que no puede esperar más.
Para Venezuela y los venezolanos el desafío no es recoger 20% de las firmas requeridas para activar el referendo revocatorio. El desafío es llegar a más, al 40% y porque no al 50%?…nadie debería dejar de estampar su firma. Démosle un golpe democrático del cual no puedan recuperarse.