En nuestra filosofía Kingana (filosofía de Marthin Luther King) existe una prueba en la que se trata de hacer cinco preguntas a un grupo de personas ubicadas en parejas, contestando las siguientes interrogantes: ¿Cuál es su nombre?, ¿nombre de un familiar querido?, ¿Juego preferido de niño o niña?, ¿Vacaciones soñadas? Y, ¿Qué haría si ganase la lotería? Con estas interrogantes buscamos medir las expectativas del pasado, presente y futuro de cada uno, pero cada respuesta tendrá un lapso máximo de cinco minutos de conversación, e incluso cuando estén al tanto, se les puede dejar que anoten las respuestas de su compañero.
Lo interesante del ejercicio, es que cuando la pareja pasa al frente del grupo cada uno debe decir las respuestas que anoto o memorizó de su compañero, tal como si fuese él o ella misma en primera persona, sin ver a su otro compañero de quien está hablando, y sin consultarle alguna de las respuestas. Por su parte, los presentes deben mirar a la persona de la que se está hablando, no al interlocutor.
Esto tiene varios objetivos pero uno de los principales es que los presentes aprendan a separar los canales de comunicación, es decir, el auditivo del visual, y que por otro lado el interlocutor hable de la otra persona también, de esta manera está asumiendo la posición de ella, y el que escucha que están hablando de él debe también aceptar que el interlocutor hable de la manera que crea conveniente de su persona.
Este ejercicio enseña a ponernos en los zapatos del otro y también a entender que los demás hablarán de nosotros en la forma que ellos quieran hacerlo, y si entendemos esto, nos ayudaría a evitar innumerables conflictos que se presentan diariamente en nuestra vida como por ejemplo las discusiones entre amigos y compañeros de trabajos, pues se dan debido a que no entendemos que definitivamente debemos aceptar que los otros nos perciben de forma distinta y opuesta a lo que nosotros somos.
También, nos da la posibilidad de acercarnos a sentir de la manera como se siente la otra persona cuando nos colocamos en sus zapatos.
Si frecuentemente hacemos este ejercicio de colocarnos en los zapatos del otro, nos ayudaría a evitar o solucionar cuantiosos conflictos pues podríamos llegar a entender la forma de pensar, los sentimientos y el punto de vista de las personas que tenemos a nuestro alrededor, y así poder razonar quizás en las posiciones que estos asumen en determinada ocasión, e incluso pudiéramos sorprendernos porque tal vez llegáramos a tomar posiciones que jamás pensaríamos llegar a asumir.
Por eso te invitamos, siempre que tengas una diferencia con alguien, ponerte en sus zapatos y luego negociar, porque tendrás elementos que te ayudarán a alcanzar una negociación más justa, para ti y para el otro.
Escrito por: Abog. Elizabeth Castillo Medina. Directora de Mediación de Conflicto Redes por la Vida A.C
Dr. Leonardo Prieto. Certificado N.1 en Venezuela en nivel 1 y 2 de Filosofía Kingiana de la Universidad de Rhode Island y Vicepresidente Redes por la Vida A.C