El atraco de Kim Kardashian a punta de pistola en una residencia de París es la noticia del día en medios de moda (estaba en plena semana de la moda de París), en medios de celebrities (es la persona más famosa del mundo), en medios de actualidad (el suceso tuvo lugar en una ciudad que lleva casi dos años en psicosis) y, por supuesto, arrasa en redes, donde los usuarios se dividen entre los que lamentan lo sucedido a una madre, una hermana y una hija y los que se ríen de la situación. El peso de este hecho en todo tipo de plataformas demuestra que Kim es la celebridad absoluta. El último crossover de las secciones del periódico, reseñó Vanity Fair.
Desde luego, Kim Kardashian es una víctima chocante: la mujer más famosa del mundo, célebre por ser célebre y muy, muy rica gracias a retroalimentar de forma brillante su riqueza. Su marido, que interrumpió un concierto para acudir al lado de su esposa al otro lado del océano, es probablemente la figura más controvertida del mundo musical, un creador endiosado que se mueve entre la genialidad, el ridículo y la performance. Que las redes se hayan llenado de burlas hacia ellos no es bonito, pero tampoco sorprendente.
No ha habido declaraciones de la afectada hasta este momento. Y cuando decimos declaraciones nos referimos a lo que ella podría considerar un statement: una foto de su Instagram o un tuit en sus redes sociales. Ahora mismo Kim Kardashian lleva 24 horas sin decir nada en sus redes. Y eso, para una mujer que tenia una media de unas tres imágenes diarias es Instagram, es todo un fundido a negro.
¿Es esto el principio de un cambio? Episodios como este han cambiado antes a otras estrellas, que se han vuelto más ariscas, más paranoicas o más especiales tras un episodio dramático. Hay ejemplos paradigmáticos. Bjork es lo que es después de que su fan Ricardo López preparase un paquete bomba para ella (que afortunadamente nunca llegó a su destino) y filmase su suicidio. Enya se convirtió en una de las artistas más elusivas y misteriosas que existen después de sufrir un par de asaltos a su castillo en Killiney, Dublín (en uno de ellas tuvo que refugiarse en la habitación del pánico mientras una de las empleadas domésticas era atacada). Cuando en 1994 una fan desequilibrada se coló en la casa de las hermanas que componían el grupo Ace of Base, una de ellas –Linn– decidió que no quería seguir haciendo giras promocionales con el grupo ni apareciendo de forma clara en sus portadas (desde entonces, su rostro siempre ha aparecido poéticamente desenfocado).
Pero todo esto no se puede aplicar a Kim. Kim no puede permitirse el lujo de volverse más arisca, más elusiva, más discreta o de pasar a ser una mera imagen desenfocada en el fondo del plano porque su fortuna, su fama y su misma razón de ser como figura influyente consiste en decir al mundo dónde está, con quién, adónde se dirige y las carísimas prendas de alta costura y complementos de lujo que lleva puestos. O podría hacerlo. Podría convertirse en una reclusa, cerrar sus redes sociales y dejar de contar al mundo lo que hace. Y probablemente se convertiría en una figura interesantísima (la it girl que deja de ser pública), pero ya no sería nunca más Kim Kardashian. Por eso el atraco que ha sufrido en París no solo ha podido hacer peligrar su integridad física y su estabilidad emocional, sino la razón misma de su celebridad.
Es posible que este sea el golpe definitivo a la transparencia absoluta que nos acercó a las celebridades en esta década. Esa ilusión que nos hizo creer que podíamos conocer de primera mano su vida, ser sus amigos a través de una pantalla vertical y que cambió las reglas del juego publicitario: cuando la realidad se convirtió en un escenario tan apetitoso ese escenario se tuvo que llenar de atrezzo y empezar a ser rentable. No deja de ser curioso que ese atrezzo, el mismo que traía el dinero, acabase siendo la causa de un ataque que tenía como objetivo llevárselo. El botín se estaba volviendo cada vez más apetitoso.
Tal vez Kim no vuelva a decirnos dónde está, con quién y qué hace. Pero aunque su existencia cambie, el carácter fagocitador de la industria que la ha aupado no lo hará. Hoy su atraco ya es fuente de millones de clics, usuarios únicos y tabloides vendidos alrededor de todo el mundo. Su atraco ya ha generado millones horas después de ocurrir.
Pero si Kim recibe tratamiento para superar el shock que presumiblemente causa un episodio así de duro, ese tratamiento recibirá un nombre y empezará a promocionarse como el que salvó a Kim Kardashian. Y cuando aumente sus medidas de seguridad, las casas de alarmas y empresas de guardaespaldas se presentarán como la misma que protege a la familia de Kanye West. Cuando Kim decida que es mejor empezar a llevar réplicas de sus joyas y no las reales para espantar a posibles buscadores de oro, las empresas de réplicas de joyas harán su agosto incluyendo la imagen de Kim en su mailing y su publicidad.
Al final, y tristemente, el atraco parece parte de un guión retorcido. Kim fue atracada por ser millonaria, la noticia de su atraco generará más millones y cuando decida hacer algo al respecto, alguien sabrá sacar rentabilidad de su decisión para hacerse millonario también. Pase lo que pase, muchos se enriquecerán. No solo los ladrones. Y, por supuesto: todos seguiremos mirando.