“Solo quiero que el último hijo que me queda se mantenga con vida. No pido venganza por esto, quiero paz; quiero que las madres nos organicemos y logremos ver a nuestros hijos crecer”, gritó una madre del barrio Catuche, en Caracas, mientras lloraba y recogía el cuerpo de su segundo hijo asesinado.
Aunque parezca mentira, fue así como nació el proyecto de convivencia de este barrio que se encontraba aferrado a la guerra por enfrentamientos entre dos bandas (La Quinta y Portillo), lo que produjo asesinatos diarios, madres destrozadas por la pérdida de hasta cuatro hijos y el profundo miedo con el que ya se estaban acostumbrando a vivir sus habitantes; siete años después de este hecho, gracias al arduo trabajo en equipo y entendiendo que la violencia no se combate con violencia, no ha habido una muerte más en el sector.
Catuche es la comunidad que se aprecia desde la Av. Baralt arriba, adyacente a La Pastora. Un enorme conglomerado, como tantos que hay en Caracas y en Venezuela en general, de viviendas que fueron construidas de forma improvisada y cuyas calles azarosas se fueron densificando con el pasar del tiempo.
Manuel Llorens, investigador y psicólogo, resalta que las madres de ambos sectores decidieron organizarse para negociar con las bandas armadas y así lograr una tregua muy significativa. “Los acuerdos iniciales se hicieron entre madres y jóvenes de ambos sectores por la preocupación y el miedo que sentían por sus hijos implicados o posibles víctimas de los actos vandálicos; al principio fue sumamente difícil ya que se trataba de bandas enfrentadas durante años, pero había algo que unía a la comunidad: las ganas de tomar medidas para poder lograr disminuir la violencia” dijo.
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