Somos cada vez más quienes ya soñamos con esa Venezuela de paz, bienestar y progreso y nos dedicamos a pensar tanto en el país que queremos como en las políticas públicas que tenemos que implementar para llegar hasta él. Pensar en esa nación que queremos construir es un tema que motiva, contagia, atrae y suma voluntades.
Sin duda, acompañamos las palabras de Leopoldo Lopez acerca de esa Venezuela que podemos alcanzar. Un país “seguro, solidario y próspero, viviendo bajo el amparo de una justicia auténtica y sincera, una justicia justa. Un país productor, en donde el trabajo sirva para generar vida y sea una actividad respetada y bien valorada. Un país donde se solucionen los problemas que jamás se han solucionado, para que cada familia tenga un futuro y un norte, para que funcionen los servicios y se salven más vidas”.
Para transformar nuestra realidad y dar el salto del atraso al desarrollo necesitamos romper esquemas, superar modelos y avanzar aprendiendo de las mejores prácticas en gobierno a nivel mundial.
Nuestra primera tarea está en superar el populismo y más nunca caer en él. Por parte de la ciudadanía, ser profundamente críticos ante promesas irresponsables y recuperar nuestro rol como contralores de la acción del Estado. Por parte del sector público, robustecer nuestras instituciones republicanas y democráticas, apoyándonos incluso en organismos supranacionales que controlan la acción de los políticos que solo valoran la relación directa entre gasto público y popularidad, como se logra contener en Europa con el Parlamento Europeo y el Banco Central.
En positivo, tenemos mucho que renovar en nuestra manera de gobernar. Primero, debemos cambiar nuestra aprobación implícita del Estado hipertrofiado y garante-proveedor de todos los bienes y servicios a consumirse en nuestra economía. El Estado debe recomponerse internamente bajo criterios de eficiencia económica y social, dejando espacios para que el mercado actúe en un terreno de juego con reglas claras, evitando las fallas de su propia naturaleza, pero bajo un enfoque de libertad.
Adicionalmente, la gestión pública tiene mucho que aprender en temas modernización administrativa, gestión de la calidad, evaluación, minería de datos, tecnología, planificación estratégica, cooperación entre gobiernos, competencia interna, descentralización, entre otros. Sin embargo, la principal tarea pendiente es entender que hemos de superar el concepto clásico de gobernar y avanzar con visión de gobernanza.
De manera sencilla, esto implica la aceptación del aparato estatal de que los problemas públicos son tan variados y tan complejos que las soluciones son cada vez menos evidentes y que las mismas pueden venir desde cualquier actor de nuestra sociedad. Si en verdad creemos en un mercado socialmente responsable y en una ciudadanía participativa en los asuntos colectivos, pues debemos avanzar hacia un modelo de regulación y generación de servicios públicos donde la empresa privada, la sociedad civil organizada y el Estado trabajen de manera mancomunada por una visión de país compartida.
Finalmente, empoderar a la gente desde el discurso político, garantizando que todos los derechos sean para todas las personas pero a su vez haciendo entender que los habitantes de este país no nos merecemos todo lo que queremos solo por “habitar”. La relación entre derechos y deberes de cada ciudadano tiene que ser reequilibrada nuevamente. No podemos seguir llamándonos pueblo, cuando somos ciudadanos.