El régimen decidió que no hay referéndum en 2016 y las fuerzas democráticas no tienen los instrumentos para imponerlo. Si los tuviera, impondrían la renuncia inmediata de Maduro evitándose las tortuosidades del CNE y del TSJ. Los rojos decidieron huirle a la consulta electoral porque lo que está en juego (y perderían) es el centro del poder: Miraflores; reconocen que aun con fraude no ganarían. Saben que el escenario de 2013 cuando Capriles ganó y Maduro le arrebató la victoria ya no sería viable porque aun intentándolo, el grado de pudrición interna no les permitiría estirar el cuero de la estafa electoral.
Las elecciones son el camino en una democracia; pero, en una dictadura son un instrumento de incierta y limitada utilidad. En una democracia son el instrumento de cambio, legitimidad, premio y castigo. En una dictadura son instrumento que puede servir para abrir rendijas de libertad o para su contrario: reforzar la tiranía. En una democracia hay gobernantes y opositores que se encuentran en el terreno común de la consulta popular. En una dictadura no hay terreno común: para el tirano el objetivo es el de renovar su apariencia legítima si tiene apoyo o de usurparla, mediante fraude, si no lo tiene; para los demócratas es una rendija más para enfrentar el despotismo, pero sabiendo que los poderes fácticos determinan hacia dónde se mueve el navío.
El referéndum se impuso entre todas las opciones porque parecía más directo y, de seguirse los pasos, menos exigente y conflictivo que las otras: movimiento por la renuncia de Maduro, enmienda para reducir el período presidencial, convocatoria de una asamblea constituyente, destitución por fraude constitucional al poseer dos nacionalidades, invocación de los artículos 333 y 350 constitucionales que consagran –para simplificar- el derecho a la rebelión. Sin embargo, ahora que parecen haber aplastado el RR 2016 el país democrático se enfrenta al desafío que ya había emergido en la campaña para las elecciones parlamentarias de 2015: cómo producir el reemplazo constitucional de Maduro y de su régimen.
No ha sido inútil el camino recorrido porque igual que la protesta de 2014, contribuyó a desnudar aún más la dictadura de Maduro; pero, ahora surgen nuevos y más exigentes requerimientos a la dirección opositora ante la demolición del RR 2016. No se pueden manosear más las esperanzas. La oferta del 6 de diciembre de 2015, sobre el reemplazo del régimen, demanda una respuesta precisa ahora que, para tal objetivo y en el futuro inmediato, se ha cerrado la ruta electoral.