No es lo que hacen, sino lo que reciben a cambio Magistrados, Jueces y toda esa fauna judicial por deleitarse en sus heces. Se entiende que no todas las opciones que tomen puedan tener claridad moral, pero esforzarse en erradicar todo vestigio de honradez de las actuaciones judiciales delata obscenidades y descubre el dolo exacerbado por un conflicto asimétrico entre los poderes públicos, reafirmando en la fétida institucionalidad psuvista y en motolitos de la MUD lo dicho por Artaud: “Hay en el ser algo particularmente tentador para el hombre, y ese algo es precisamente la caca”, demostrándolo con hechos como la reciente decisión de la Sala Electoral del TSJ de que la recolección del 20% de firmas sea por estados; no solo en las salas del olimpo judicial sino también en cualquier tribunal de la República salpican las evacuaciones traducidas en órdenes de aprehensión, citaciones, incautaciones, retardo procesal, negación de atención médica y sentencias condenatorias o exculpatorias para satisfacer al régimen.
Es común escuchar, “solo podemos dar lo que llevamos dentro”, ciertamente; ahora bien, ningún funcionario judicial puede dar por sí solo aquello que lleva dentro: caca, igual a la que lanzaron en la fachada del diario El Nacional, la que dejaron regada en los campamentos instalados en Margarita a propósito de la XVII cumbre MNOAL o la que le lanzó el diputado Hugbel Roa a los cardenales Porras y Urosa. El pedido de otro la fecunda. Es la dinámica observada a todos los niveles en el Poder Judicial, las defecaciones ocurren a pedido o por orden de otro, un superior jerárquico o un jerarca político superior. Innumerables causas penales tienen en su génesis la santa palabra de Chávez, de su heredero o de cualquiera de sus secuaces, convirtiendo la Fecalidad del Poder Judicial en un fenómeno intrínseco a la conducción del Estado en tiempos de revolución, que hace de operadores judiciales y políticos el mismo excremento.
“NICOLAS MADURO LO QUE TOCA LO VUELVE M…” (http://bit.ly/2ejttWE), haciendo del Poder Judicial un chiquero, donde Magistrados, Jueces y otros operadores judiciales gozan un puyero salpicándose unos a otros, radiantes, bañándose en el lodo fecal para hacerse con privilegios, prebendas, y crear el manto de impunidad que evite que cualquier sanción recaiga sobre ellos. Parafraseando al difunto, esta sería una “victoria de mierda” solo posible en revolución, con consecuencias para Nicolás equivalentes a la expulsión del Embajador de EE.UU. al grito de “yanqui de mierda”.
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