La crispación y el miedo cundían entre los diputados, se temía, con fundadas razones, una reacción de los liberales que a toda costa evitarían una destitución del presidente. Así fue que los legisladores se comenzaron a plantear varios escenarios, el que tomaba más fuerza era sesionar en Puerto Cabello, allá estarían a salvo de cualquier ataque. Pero la votación en el senado para trasladar la sede del poder legislativo al centro del país se dilató, lo que obligó a la cámara baja del Congreso a quedarse en Caracas, donde Monagas contaba con fervientes seguidores.
Los conservadores hicieron todo para protegerse, incluso organizar una propia guardia de seguridad para garantizar su trabajo, pero esta acción en lugar de ayudar a calmar los ánimos, los exacerbó y finalmente el clima de tensión reinante en el país llegaría a su punto de ebullición el día 24 de enero de 1848.
Ese día la amenaza de juicio político de juicio político al presidente por “hacerse de facultades extraordinarias ilegalmente, emplear la fuerza armada sin consentimiento del Consejo de Gobierno y de haber ejercido la administración fuera de la capital”, coincidió con la presentación del informe anual del Secretario de Interior y Justicia, Tomás José Sanabria.
Desde temprana horas de la mañana una multitud rodeaba el Convento de San Francisco, donde funcionaba el congreso. Una vez finalizado su informe y llegado el momento de retirarse, el Congreso le negó la salida al doctor Sanabria y a otros secretarios, dejando, de hecho, al presidente Monagas sin poder, pues el artículo 136 de la constitución de 1830 establecía que el presidente no podía expedir órdenes sino a través de sus secretarios.
Inmediatamente los rumores se apoderaron de Caracas, unos decían que Sanabria había sido detenido, otros hablaban incluso de asesinato, el ambiente se puso color de hormiga y la muchedumbre que rodeaba el Congreso se transformó en una turba que apoyada por la milicia monaguista desencadenaron un mortal enfrentamiento.
Los disparos eran de ambos bandos, los representantes de la Cámara entraron en pánico, buscaban la forma de escapar por los balcones, tejados, por donde fuese posible. La Cámara Baja se disolvió y sus miembros escaparon, siendo asesinados algunos de ellos. En total, murieron ocho personas, cuatro de ellas diputados, destacándose la figura de Santos Michelena, quien falleció poco tiempo después.
Hasta el 23 de octubre de 2016, este hecho fue conocido como el único asalto de nuestra historia al congreso nacional.
@Brianfincheltub