Muchas veces en la consulta quien nos habla llega a nombrar algo que le ha sucedido desde que existe la memoria. Solo que la memoria no conocía modo de nombrarlo y finalmente puede hacerlo. Entonces se vuelve a quien le escucha con una pregunta que algunas veces puede ser lastimosa, otras desafiante, otras puede llegar a ser rabiosa e incluso desesperada: “Ahora ya sé que hago esto, que me pasa esto, o que soy así… ¿Y qué hago con eso?”
Es que realmente no “sabe” lo que le pasa. Apenas ha avistado, ha logrado nombrarlo. No sabe la causa, ni su propia participación, ni cómo contribuye a sostenerlo. Esta estupefacción corresponde a un primer instante en el que en virtud de un acto poético, ha creado una palabra nueva. Esta palabra nueva lo puede ser por el uso que le da o por que inventó una nueva palabra efectivamente, o simplemente porque localiza con precisión algo que repite sin haberse dado cuenta hasta ese momento.
No es un saber porque todavía le falta articular esa palabra nueva con su historia, aunque lo que sucede en realidad es que el tejido de su historia se ha traumatizado por la emergencia de esa palabra nueva y buscará recomponerse, habituarse, encontrarle un lugar. Pero aunque no lo sepa y esté en esa situación de precariedad, ha obtenido una de las cosas más importantes que puede brindarle un psicoanálisis. Una localización así equivale a la bandera que se pone sobre un territorio inexplorado. Es realmente una palabra que tiene una función completamente diferente a la función que tienen las palabras en el uso cotidiano, donde suenan sordamente casi sin significar nada, y preñadas de la ilusión de que todo el mundo las entiende cuando se dicen.
Un acontecimiento parecido fue cuando el Secretario General de las Naciones Unidas nombró como “crisis humanitaria” la catastrófica situación alimentaria y de salud que vivimos en Venezuela. Pero más recientemente, en la rueda de prensa de la MUD del viernes 21 de octubre, cuando Henrique Capriles Radonsky y Henry Ramos Allup dijeron que se había roto el hilo constitucional y que había llegado el momento de restituirlo.
Seguramente se dirá que ya estaba muy claro desde hace muchos años que nosotros no vivíamos en una democracia. O que mucha gente había dicho lo que ellos dijeron en cada oportunidad en la cual se trasgredía de nuevo una norma importante del orden jurídico. Pero los dos casos que ponemos como ejemplo nos enseñan que no solo se trata de lo que se dice, sino de cuándo se lo dice y desde cuál lugar.
Las redes sociales nos hacen soñar con que todos podemos decir cualquier cosa en cualquier momento y que puede tener el mismo impacto. Pero eso es una ilusión. Esa palabra nueva, aunque haya sido muy vieja, es nueva porque nombra un territorio desconocido. Lo funda. Lo inventa. Y cuando eso sucede tenemos que tomarnos un tiempo para estar estupefactos y decir “Esta bien, eso es así, pero… ¿Y qué hago con eso?”.
@un_analista