Venezuela vive días históricos, lo que ocurra en estas jornadas puede definir el futuro de 30 millones de habitantes, por un lado tenemos un gobierno que pretende aferrarse al poder aunque eso signifique prolongar el sufrimiento de sus ciudadanos y por el otro, un pueblo que ha perdido el miedo y está dispuesto a conquistar en las calles su libertad, su derecho a alimentarse y a obtener medicinas.
La negativa del gobierno a realizar elecciones a trancado el juego democrático, y ha hecho cruzar a Maduro el límite del autoritarismo a la dictadura. Un gobierno que viola constantemente los Derechos Humanos, que reprime brutalmente, que tiene presos políticos, controla los Poderes Públicos que deberían ser independientes y les niega el derecho al sufragio a los ciudadanos no tiene otro calificativo.
En este escenario se iniciaron las conversaciones entre representantes del gobierno y La Mesa de la Unidad Democrática, muchos compañeros de la Unidad han esgrimido argumentos válidos contra el diálogo con la dictadura, es cierto que Maduro al igual que hizo Chávez, aprovecha estos escenarios para ganar tiempo cuando se ve arrinconado. Por otro lado, la palabra de quienes representan al oficialismo tiene un valor nulo, ya que siguen existiendo presos políticos y recientemente la represión mostró su peor cara durante la Toma de Venezuela.
Ante esta situación, a priori se podría rechazar cualquier interacción, pero debemos recordar que en esta ocasión, el diálogo no significa detener las acciones de calle y la agenda acordada. Las mesas instaladas van a funcionar y en paralelo seguiremos la presión popular, si Maduro aspira ganar tiempo con estas conversaciones, va a salir decepcionado porque tanto la Toma de Miraflores, como los procesos en la AN seguirán su curso.
Todas las acciones para lograr derrocar la tiranía de manera pacífica, pero en las calles, siguen en pie, pero incluso las partes en conflicto, en guerras civiles se sientan a lograr acuerdos, incluso acuerdos que pongan fin al enfrentamiento. La palabra diálogo no puede ser satanizada o proscrita, si logramos mediante la intercesión del Vaticano obligar al gobierno a someter en consulta popular el destino de Venezuela, abrir un canal humanitario para que entren medicinas y alimentos y liberar a los presos políticos, será un éxito.
Sentarnos a negociar la salida de Maduro mientras sostenemos la lucha popular es la mejor opción que tenemos para lograr la victoria.