La Política es una construcción fundamentalmente humana, resultante de nuestros más grandes defectos. Hablar de lo humano implica referirnos a situaciones complejas reflejando comportamientos y prácticas, que muestran aciertos, pero también las debilidades y los errores de una especie estando en constante devenir, y además, es imperfecta. Esa naturaleza cada día nos recuerda lo lejos que estamos de ser dioses y permite vislumbrar la utilidad de la política, como herramienta para el orden y que permite la convivencia civilizada, para asegurar el buen vivir en la comunidad.
El diálogo constituye uno de los principales medios a utilizar en la política para asegurar la construcción del consenso y garantizar su legitimidad. En su perspectiva el poder también es concebido como el elemento originado de la capacidad que tiene la humanidad, no sólo exclusivamente para ejercer una fuerza o emprender determinada actuación, sino también para establecer relaciones de entendimiento y acuerdos, útiles para la convivencia. El diálogo en Venezuela en los últimos días se ha convertido en uno de los elementos más decisivos, y las interpretaciones hechas de él han sido variopintas, al tiempo en que las críticas tampoco se han hecho esperar. De un lado, el gobierno quiere utilizarlo como tema de manipulación, para generar divisiones y contener el costo político, el cual ya le está pasando factura tanto nacional, como internacionalmente. Pero desde la unidad el mensaje ha sido muy claro: la única razón para avanzar en el diálogo es el propósito implícito, es la defensa del derecho político a revocar, con el que cuentan millones de venezolanos.
Manifestar que se tiene voluntad política para promover un cambio profundo en el sistema político del país, necesariamente supone demostrar también la suficiente madurez política, para no creer que dialogar con el adversario político plantea la falsa creencia que se ha decidido pactar con él. El único camino político para asegurar una transición pacífica de gobierno es el diálogo político, permitiendo construir un espacio para el entendimiento y el reconocimiento entre actores, porque de lo contrario, la otra alternativa sería la violencia, y los venezolanos en nada estiman conveniente que se desarrolle un escenario tan perjudicial para la estabilidad del país, como ese.
De este modo, el diálogo político refuerza la convicción de que si es posible construir un espacio público donde el ejercicio del poder político pueda desarrollarse entre personas libres e iguales, y donde la libertad se vea garantizada por la capacidad de los actores políticos para negociar. La mayoría del pueblo venezolano exige es que realmente se puedan diseñar condiciones políticas e institucionales, a fin de concretar el diálogo y se puedan generar cambios efectivos, trayendo responsabilidad política, y la necesidad de contraer compromisos de convivencia de manera pública, para recuperar la confianza en las soluciones políticas, siendo estás más provechosas y siempre de mejor alternativa de aquellos caminos que invocan la violencia.
El instrumento que mejor podrá canalizar las fuerzas democráticas populares cargadas de descontento, y con deseo de cambio, es el diálogo. El diálogo con calle será el camino que permitirá recuperar la Venezuela con la cual todos soñamos. Pero la transparencia, y/o claridad en las posturas definitivas en los procesos de negociaciones se convertirá en un elemento fundamental, para que la ciudadanía pueda recuperar la confianza en esta alternativa política y pueda comprender lo importante de dar cumplimiento al objetivo primordial de nuestra agenda, que es cambiar el gobierno. El diálogo es la etapa previa, el escalón necesario, sin el cual será posible recuperar el paraíso perdido. Comprender la importancia de este momento político y encararlo con la suficiente madurez política, es una de nuestras más grandes responsabilidades.