Glycys apeiros polemos / Dulce bellum inexpertis
La guerra es dulce para quien no la ha experimentado
Píndaro
Se conforma una mesa de diálogo para negociar, precisamente, con guerrillas armadas, paramilitares, dictadores, déspotas y figuras afines, que, tienen en común, el no estar orientados hacia la Justicia y la vida política. Son personas y grupos que se han salido de las leyes universales de la política y, en nuestro particular caso, de la democracia. Se sientan actores en mesas de diálogo para dar término y solución a un conflicto y para evitar uno mayor.
Como es obvio, en las democracias con vida pacífica; esto es: civilizadas, no se requieren mesas de diálogo, siempre de carácter extraordinario, ya que para resolver diferencias se recurren a los modos constitucionales como el voto popular y parlamentario y demás mecanismos previamente establecidos bajo la legalidad democrática.
Sentarse como demócratas, con respaldo de la fuerza política que le brinda la mayoría, a negociar en un diálogo con no-demócratas, que detentan la fuerza de las armas, ni es cosa fácil ni está exento de riesgos. Si además se agrega el descontento de facciones de ambos bandos, más riesgoso y mayor dificultad.
Para hacerlo, del lado del demócrata, la deliberación ética previa ha de ser prudente y de enorme madurez política. Seguir, a manera de ejemplo, y en cualquier época histórica, los caprichos de una turba desesperada y frustrada, puede traer consecuencias desastrosas. Entre esas consecuencias, no se puede descartar la perpetuación del problema que se quiso resolver o, peor aún, el ascenso de un mal aún mayor del que se pudo imaginar
Aterrizando en la actualidad de Venezuela, la crisis y el conflicto han escalado a niveles en que la comunidad internacional se ha hecho parte presente. Parte interesada en la paz y la vida civilizada. Movidos por intereses, como es la naturaleza de toda persona y todo Estado, están en disposición de presenciar si hay o no voluntades recíprocas de entendimiento. Para nosotros y para la prosperidad de las naciones.
La violencia es siempre una tentación humana. ¡Cuántos conflictos y diferencias no se resolvieron en el recreo de veinte minutos en la escuela! A veces provoca. Pero requiere de mayor coraje el sentarse frente a frente con el otro, ¡más cuando actúa irracionalmente!, sin estar loco claro, y dialogar en busca de la tranquilidad propia. Mucho, muchísimo más, cuando lo que está en juego es la tranquilidad pública.
No hago aquí apología alguna de la mesa de diálogo, ni apelo a la emoción. Solo señalo hechos.
Resultados habrá. ¿Cuáles? Veremos.
Mario Guillermo Massone