Las democracias occidentales no están preparadas para enfrentar el riesgo que representa para su propia existencia la combinación letal de un líder mesiánico, capaz de leer e interpretar una frustración acumulada en la sociedad, con el deseo de cambio de la gente. Una larga sucesión de ejemplos que se extienden desde el siglo XX con Hitler y Mussolini, hasta el siglo XXI con Berlusconi, y Chávez, entre otros, evidencian el mismo patrón de emergencia de un líder que concentra y expresa una voluntad de cambio que se traduce en mensajes de brutal simplicidad, capaces de generar convicciones frecuentemente irracionales.
El mensaje del “Cambio” adquiere diversas manifestaciones. En un determinado contexto puede referirse a las condiciones económicas, mientras que en otras puede apuntar a temas como la inmigración o cuestiones religiosas. A pesar de estas diferencias importantes, surge un elemento común de fondo que tiene que ver con una expectativa insatisfecha y su expresión en el terreno de la “normalidad” democrática y con la naturaleza frecuentemente indefinida del “Cambio”. Mientras ese mar de fondo social no adquiere expresión política, el mismo es ignorado por las élites dirigentes que luego sucumben frente a liderazgos emergentes que entran en sintonía con el movimiento aluvional en formación y leen correctamente el cansancio y la frustración de la población. Frente a este fenómeno se estrellan encuestas y estudios de opinión, que se manejan dentro de los parámetros de información convencionales y que no atinan a identificar las fuerzas que se están generando al interior de la sociedad.
Entender la naturaleza de estos procesos es esencial para corregir una de las más graves vulnerabilidades de los sistemas democráticos. El fenómeno del ascenso espectacular de Trump y su elección como presidente de los Estados Unidos cae precisamente bajo una categoría que a falta de mejor nombre podríamos llamar el “tsunami del cambio”. Una fuerza incontrolable, un movimiento inorgánico y poderoso, como lo definió el propio Trump, que avanza indetenible y arrasa con las fronteras y los paradigmas convencionales de la sociedad. Las evidencias de migración de voluntades y entrecruzamientos entre parcelas sociales, raciales, etarias y religiosas son verdaderamente impactantes. A pesar de los insultos y vejaciones a los inmigrantes, especialmente los latinos, el millonario obtuvo un apoyo decisivo de este grupo en Florida. De los blancos obreros y trabajadores sin instrucción universitaria el respaldo fue masivo a pesar de las burlas cínicas del candidato sobre el hecho de que “amaba a los ignorantes”. Aturde aún más el respaldo de las mujeres a pesar de todas las evidencias de sexismo y misoginia. O la votación que obtuvo de los sectores blancos con instrucción universitaria. Todas las atroces declaraciones de “The Donald” magnificadas y expuestas por muchos medios de comunicación abiertamente parcializados por la candidatura de Clinton nada pudieron frente a la fuerza telúrica del mantra colectivo por “El Cambio”.
Para mí, que como muchos esperamos en la madrugada del martes por una reversión milagrosa de la tendencia que se anunciaba como irreversible a favor de Trump, era imposible no experimentar la sensación de deja vu generada por haber transitado la experiencia venezolana en la elección de Hugo Chávez. Imposible no experimentar el mismo escalofrío de ver a gente inteligente y sensible, con excelente formación, muchos de ellos mis amigos, apoyando “El Cambio” prometido por el Comandante. En esa oportunidad la ilusión de la clase media venezolana y buena parte de su liderazgo era que un líder militarista y arrogante iba a corregir la corrupción del sistema político de partidos. Todo para descubrir que se sustituyó lo malo por lo peor. Como reza el dicho, ten cuidado con lo que pides porque se te puede conceder. De hecho, casi que cabe afirmar que hay más sufrimiento en el mundo por plegarias y oraciones atendidas que por las que nunca son satisfechas.
Por supuesto que los casos de la Venezuela de 1999 y los Estados Unidos de 2016 son distintos. Por un lado, Trump no es un militar que ha desconocido sus deberes constitucionales, y, por otro, las instituciones norteamericanas son mucho más robustas que las venezolanas. Ello aparte de las fuerzas sociales y económicas que se opondrían a algunas de las propuestas más exóticas del nuevo presidente. Pero queda la sensación amarga, espero que no premonitoria, de que ocurrió una tragedia similar que tiene el potencial de corromper a las instituciones norteamericanas y lanzar al mundo por cursos aún peores de los que ya transitamos. Ello a pesar de la ilusión, me temo que infundada, que despiertan las declaraciones de Trump sobre Cuba y Venezuela y que llevaron a muchos venezolanos a votar por el candidato republicano. Quizás se trate de que no aprendemos, ni en Venezuela ni en Estados Unidos y que así como en su momento votó nuestra gente por el Lobo Rojo, depredador de resentimientos y odios, ahora votan muchos de nuestros compatriotas desde su refugio en tierras norteamericanas por el Gran Lobo Blanco, depredador de prejuicios y fantasías de una sociedad narcisista en extremo.
Malos tiempos los de los tsunamis por el cambio indefinido. Buena parte de Europa está también en la mira de la marea de narcisismo que empuja a la gente a ocuparse solamente de sí misma y a olvidar sus deberes ciudadanos de defensa de la libertad y la democracia. Mientras tanto, ninguna de las cosas importantes que hay que resolver para tener un mundo más seguro y equilibrado se van a resolver.
Vladimiro Mujica