Boris Izaguirre: La melena de Melania

Boris Izaguirre: La melena de Melania

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Melania y Donald Trump el pasado 5 de noviembre en Wilmington (Carolina del Norte). AP

 

Mientras las actrices Loles León y Cayetana Guillén Cuervo cocinaban con humor el nuevo menú de MasterChef Celebrity para la audiencia de TVE, yo masticaba el triunfo de Donald Trump delante de CNN, y de unos comentaristas que trataban de tragar el desaguisado. Para evitar el ardor de estómago preferí enfocarme en lo importante: Melania Trump.

El resultado de las elecciones presidenciales en EE UU vuelve a demostrar que ser mujer ayuda poco. Todo lo que se comenta sobre Hillary Clinton, que no es empática, que entiende el gobierno como nadie pero no cae bien, que le pesa aún su reacción ante el affaire Monica Lewinsky, todo eso queda reducido a una cosa: no gusta que sea mujer. Millones de estadounidenses lo dejaron claro con sus votos: la mujer que quieren ver en la Casa Blanca es Melania. Esposa escultural, madre, diseñadora de bisutería, poco habladora y siempre un paso detrás de su marido, otro hombre más al frente de la Casa Blanca.

Hillary no ganó pero Melania sí. Melania, exmodelo, compañera de Esther Cañadas, no solo aporta un chorro de belleza a su marido. Es centroeuropea y eso a Donald le importa muchísimo. A él le fascina lo que estaba detrás del telón de acero. Su primera esposa, Ivana, era checa y exesquiadora olímpica. Su nuevo mejor amigo es el exdirigente de la KGB, Vladímir Putin. Y, sobre todo, es blanca caucásica. Melania tiene algo más que el entrenamiento en las pasarelas. Creció en el interior de una modesta pero feliz vivienda socialista (afortunadamente su padre estaba afiliado al partido comunista) y desde hace 15 años vive en el interior de un tríplex en lo más alto de la Torre Trump. Con su acento y su porte podría desbancar a Kardashian en el favoritismo de Instagram y de las revistas de moda. Sumados a su actitud silenciosa y conocedora de ese lema de Jackie Kennedy: “La mínima información con el máximo de cortesía”.

Melania llamó la atención cuando plagió un discurso de Michelle Obama, después de eso redujeron sus apariciones. Durante una entrevista en un programa de telecompra, promocionando su línea de bisutería, dejó escapar que la inspiración le llega copiando las joyas que le regala su marido. Una idea muy democrática, casera y a la que su marido seguro que recurrirá en futuros arreglos con el comercio internacional. Pero al revelarnos su truco al diseñar, también nos dice mucho de cómo la ha diseñado Trump para su ascenso a la Casa Blanca. No es que la señora Trump sea una imitación pero sí una versión americana de Carla Bruni, la modelo italiana que, tras casarse con Nicolas Sarkozy, pasó a ser la primera dama de Francia, un pelín más polémica y cantautora pero bastante más pija. Mientras Carla reinaba más que las reinas a las que anfitrionaba, Melania va a ser la primera anfitriona populista de la Casa Blanca, con un look que incorpora unas gotitas de Eva Sannum. Y un chorrito de la entrañable princesa Corinna, con esa piel, dientes y peluquería que solo pueden darte la proximidad de los Alpes o de una jefatura de Estado.

Eslovenia, donde creció Melania, es más grande que Asturias pero más pequeña que Galicia y está medio encajada en los Alpes. Ser bella y de familia humilde convierten a Melania en aspiracional. En lo más parecido a glamour populista y de centro comercial caro que puedan soñar los votantes. Glamour y poder se necesitan. Para no traicionar esa aspiración, Melania avanza con cierta frialdad domótica, como de emoji chic, pero es inevitable asumirla como primera dama al verla ir a votar con un abrigo de Balmain color camel, el mismo color que el pelo de Donald. Un último guiño como esposa de multimillonario.

El referente político de Melania es Ronald Reagan. Lo reconoce en Instagram. Reagan y Trump fueron a los ochenta lo mismo que Mecano y Bosé. Durante la era Reagan, Trump despuntó como millonario famoso. Pero no encontraba la mujer que superara ese punto barroco y desafiante, entre el Gran Gatsby y Versace, de su estilo. Hasta que llegó Melania y aquellos grandes aparatajes capilares de Ivana fueron aplastados por el carísimo minimalismo de la melena de Melania. Mientras Ivana se cubría de oro y hombreras, Melania prefiere trajes columna y le chifla el color blanco. Un gusto exagerado de vestidos blancos como blanco es el casoplón donde vivirá su sueño dorado, el sueño americano.

 

Publicado originalmente en el diario El País (España)

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