Venezuela es un país petrolero en decadencia. En 2016 Venezuela produce 20,0% menos petróleo que el producido en 1998. Su actividad productora sigue mermando y en lo que ha transcurrido de este año la cantidad de barriles extraídos ha declinado en un monto aproximado a las 300.000 unidades. La realidad del mercado internacional del petróleo es que hay una abundancia de crudos debido a que los países con reservas petrolíferas han incrementado su producción, defendiendo su cuota de mercado, menos Venezuela, cuyo papel en el escenario petrolero global, es insignificante. El más reciente informe de la OPEP refleja que en octubre la producción de petróleo aumentó en 230.000 barriles diarios mientras que en Venezuela la producción declinó. Toda esta calamidad obedece a un manejo ineficiente y corrupto de la industria petrolera tras la gestión de Rafael Ramírez y quienes lo acompañaron en la dirección de PDVSA. El colmo de la crisis es que ahora hasta la gasolina está escaseando, en un país que se decía sería una potencia petrolera.
En medio de todo ello, los precios del petróleo se han derrumbado por el exceso de producción y por la menor demanda de las economías desarrolladas y emergentes. De esta manera, Venezuela enfrenta el efecto pernicioso de una disminución simultánea de la producción y de los precios. Acá entra en escena el triunfo de Donald Trump, quien en enero de 2017 asume como presidente de los Estados Unidos. Trump ha planteado una política petrolera agresiva, orientada a lograr la independencia energética de los Estados Unidos, en particular de aquellos países que él valora como hostiles. De esta manera, los ejes de la política petrolera que ha esbozado Trump se pueden resumir como sigue: permitir una mayor exploración petrolera en las tierras federales con el objeto de incrementar la extracción de hidrocarburos, incentivar la fractura hidráulica como mecanismo para consolidar las expansiones de la producción que ya se han registrado, construir el oleoducto TransAmérica desde Canadá con lo cual prácticamente no haría falta importar petróleo de otros países, salvo México, y finalmente, promover el uso del carbón como fuente de energía. En buena parte durante la gestión el presidente Obama se ha producido un salto significativo en la producción petrolera de los Estadios Unidos.
Para Venezuela que ha sido un abastecedor histórico de Estados Unidos, esta política anunciada por Trump, puede implicar un reacomodo global del mercado petrolero en el cual se seguirán observando precios bajos y menor demanda por el petróleo venezolano en los Estados Unidos. Con un precio alrededor de US$ 45 por barril, con el actual modelo económico, ni Venezuela ni PDVSA son viables. Sería mucho pedirle a Maduro y su gobierno que reflexionen acerca de estos retos. Eso es demasiado para ellos. Eso será tarea para el nuevo gobierno de Venezuela.