Una expedición suiza que sigue, 500 años después, la estela de la circunnavegación de Fernando de Magallanes descubrió que algunos tramos del océano Pacífico están libres de contaminación sonora humana.
La “Expedición de mapeo oceánico” partió, a bordo del velero “Fleur de Passion”, desde la ciudad española de Sevilla en abril de 2015 en una misión de cuatro años para estudiar el impacto que tiene la actividad humana en los océanos.
Tras completar la mitad de su travesía, el velero de 33 metros atracó esta semana en Brisbane, Australia, un punto adicional que se añadió en esta recreación, con matices, de la expedición culminada por Magallanes en nombre de la corona española en el siglo XVI.
Desde su salida de Sevilla, la expedición encontró que los océanos están “escandalosamente plastificados” y son “insoportablemente ruidosos para los animales que habitan en ellos”, según dijo la Fundación Pacifique, responsable del proyecto.
Pero en el trayecto de este año -que comenzó en Valdivia, en Chile, a lo largo del Pacífico- los científicos han descubierto tramos libres de contaminación acústica producida por seres humanos, dijo a Efe Michel André, director del Laboratorio de Aplicaciones Bioacústicas (LAB) de la Universidad Politécnica de Catalunya.
“Lejos de las líneas de transporte, pudimos grabar niveles de ruido de ambiente que probablemente se acercan a lo que se veía en todos los océanos hace más de un siglo, antes de que el hombre empezara a explotar este medio de forma industrial”, explicó.
El científico realiza a bordo del “Fleur de Passion” un estudio sobre contaminación acústica incluido en el programa “20.000 sonidos bajo el mar” mediante grabaciones de audio submarinas que se transmiten al LAB en tiempo real.
La expedición intenta evaluar el impacto de actividades como la exploración y explotación de hidrocarburos, el transporte marítimo, las maniobras militares o los parques eólicos en la vida marina, incluidos los invertebrados cuyos órganos sensoriales funcionan como el oído interno de los mamíferos.
“Las grabaciones de esta expedición nos acercan a entender la amenaza que pesa sobre todos estos ecosistemas marinos y a tener en cuenta no solo a animales que son especialistas en audición, que son los más conocidos, sino a los más olvidados”, acotó.
Asimismo, la expedición recogió 87 muestras de agua de mar, 49 de ellas en el Pacífico, para medir la presencia de micropartículas de plástico, como parte del programa Micromégas sobre la contaminación de este material que realiza junto a la asociación suiza Oceaneye.
Los análisis de estas muestras, que incluyen el tramo desde la Patagonia hasta Australia, revelan “una presencia prácticamente sistemática de estas micropartículas en las aguas de superficie de todo el globo”, según remarcó la Fundación Pacifique.
La misión también tiene un aspecto social con la acogida temporal de jóvenes marginales que abordan el velero durante unos meses con el fin de hacerlos vivir experiencias que los ayuden a tener un futuro mejor.
André recuerda que en algún momento un grupo de ellos se estaba bañando en aguas cálidas y al sumergir sus cabezas “oyeron por primera vez los cantos de las ballenas”, una experiencia que calificó de “inolvidable” y que por si sola hace que su trabajo “valga la pena”.
Tras una pausa en Australia, el velero suizo navegará a partir de abril de 2017 por la costa este australiana, pasando por la Gran Barrera de Coral y de allí se dirigirá a las islas Salomón, Indonesia y finalmente Cebú, en Filipinas.
La escala en Australia supone una variación al recorrido de la histórica expedición pero que para esta misión científica es clave para estudiar los efectos medioambientales en el mar.
“Sobre todo los causados por el calentamiento global y la acidificación del mar con las dramáticas consecuencias que este fenómeno supone actualmente para los arrecifes de coral en general y para la Gran Barrera de Coral en particular”, indicó la fundación. EFE