Así lo indicó José Alberto Olivar, profesor de la Universidad Simón Bolívar, durante su exposición en el acto de homenaje al centenario del natalicio del historiador y ex presidente de la República, Ramón J. Velásquez, efectuado ayer en la sede del museo boliviano de la Asamblea Nacional. El evento que se prolongará en los próximos días con otras disertaciones, es auspiciado por la Academia Nacional de la Historia y la Dirección de Investigación y Asesoría Histórica de la Asamblea Nacional.
“La revisión exhaustiva del gobierno de transición presidido por Ramón J. Velásquez en 1993 nos ofrece una ventana para extraer algunas lecciones que pueden ayudar a no solo comprender el origen de la gran crisis que vivimos en el presente, sino la manera de cómo podemos contribuir a llevar a buen puerto el deseo de cambio político que anida en los venezolanos”, acotó Olivar.
“En primer lugar, Velásquez cuando asumió las riendas del gobierno tras la suspensión del presidente Carlos Andrés Pérez, luego que la Corte Suprema de Justicia aprobara una solicitud de antejuicio de mérito en su contra, dijo con suma franqueza que no llegaba a Miraflores hacer milagros. Eso por sí solo representa un acto de verdadera pedagogía política que mucha falta hace en momentos de extremada confusión e inquietud”.
“Por otro lado, la salida de Pérez demostró que la mala práctica de achacarle todas las culpas de la crisis a una sola figura, es un craso error, dado que ello estimula el canibalismo político y crea falsas expectativas en la población en cuanto a que solo cambiando al gobernante de turno, la crisis se resuelve por arte de magia. Un cambio de gobierno debe estar acompañado de un amplio consenso nacional para que los nuevos gobernantes apliquen los correctivos de rigor, sin tener la mirada puesta en las siguientes elecciones”.
Agregó el profesor Olivar que “Velásquez tuvo el tino de advertir antes y después de ocupar la Presidencia de la República, que la Democracia debía tener la capacidad real de reformarse constantemente para adaptarse a las demandas de los ciudadanos. Si por intereses mezquinos o cálculos políticos cortoplacistas, ello no se llevaba a cabo, la Democracia corre el riesgo de sucumbir a manos de demagogos y potenciales dictadores de derecha o izquierda”.
“Ramón J. Velásquez presidió un corto gobierno que sirvió de puente para ofrecer al sistema democrático que conocimos hasta 1998, una oportunidad, quizá la última para retomar el rumbo perdido después de los golpes bajos que recibió de propios y extraños.
Fue un estadista, convencido de la necesidad de imprimir cambios a fondo en el modelo político y económico que comenzó a mostrar sus falencias en la década de los ochenta del siglo pasado”, finalizó Olivar.