Los productos expirados pueden generar recelo, pero la cadena danesa Wefood, que ofrece alimentos caducados y que destina sus ganancias a la beneficiencia, tiene tanto éxito que inauguró una segunda sucursal en un barrio de moda.
AFP
Tras la primera tienda en Amager, una isla situada en la capital danesa, la asociación Wefood abrió una sucursal en el concurrido barrio de Nørrebro, un área cosmopolita y llena de restaurantes y bares.
Este comercio vende exclusivamente productos cuya fecha de expiración está vencida o cuyo embalaje está dañado. Todos los beneficios son entregados a una organización de beneficencia.
En octubre pasado, a la inauguración concurrieron “hipsters” y madres de clase trabajadora, todos acogidos con una sopa de coliflor y panes fabricados por discípulos del connotado Claus Meyer, uno de los fundadores del premiado restaurante Noma.
“Es genial que en lugar de botar los ingredientes, los vendan”, indicó Signe Skovgaard Sørensen, destacando que siente que cuando compra ahí además “apoya a una buena causa”. La estudiante consiguió una botella de aceite de oliva de alta gama por 20 coronas (2,7 euros).
“¿No es fantástico?”, dijo maravillada Olga Fruerlund, una jubilada que acababa de comprar bombones para regalarle a sus nietos en Navidad.
Estas golosinas “pueden mantenerse cien años gracias al azúcar que contienen”, destacó con una sonrisa traviesa.
La legislación danesa permite la venta de productos después de su fecha de expiración siempre que no representen un riesgo inminente a la salud y que el embalaje lo diga expresamente.
A mitad de precio
Pero todavía hay resistencias del público.
En Wefood, “miramos, olemos, inspeccionamos para asegurarnos que el producto sigue siendo apto”, explicó Bassel Hmeidan, uno de sus responsables.
Todos los productos vendidos en Wefood son donaciones de productores, de empresas de importación y exportación y de supermercados locales. La tienda es gestionada por voluntarios y eso le permite ofrecer precios un 50% más baratos que los del mercado.
Pero es difícil hacer una compra completa en una de esas tiendas, ya que la oferta es azarosa y sobretodo ecléctica: al lado de un montón de maíz para ‘pop-corn’ con etiquetas de Disney y de Star Wars, puede ser difícil encontrar fruta y la que queda está más que madura.
En un momento en que la lucha contra el despilfarro alimentario es una prioridad y una tendencia en toda Europa, han surgido varias iniciativas, tanto políticas como civiles.
En 2015, Francia prohibió tirar a la basura los productos que no lograron ser vendidos. En el Reino Unido un supermercado abierto cerca de Leeds ofrece a los clientes alimentos y los deja incluso pagar lo que estimen conveniente, poniendo el acento en la lucha contra la pobreza.
Según la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) cada año se pierden 1.300 millones de toneladas de alimentos, botando a la basura un recurso que serviría para aliviar el hambre de miles de millones de personas.
Un concepto ‘muy popular’
El gobierno danés estima que en cinco años ha logrado reducir en un 25% el derroche de alimentos.
Este logró está vinculado por una parte a la organización “Stop al despilfarro alimentario”, fundada en 2008 por la multimillonaria de origen ruso Selina Juul, que emigró a Dinamarca a en 1993 y quedó conmocionada por todos los alimentos que acababan en la basura, una realidad que la marcó profundamente después de haber crecido en la extinta Unión Soviética.
Desde entonces este concepto ha ido ganando adeptos y actualmente es “muy popular”, comentó la activista.
Uno de los ejes de la asociación es que los distribuidores ofrezcan promociones importantes en los artículos cercanos a la fecha de expiración. Esta estrategia, adoptada por la mayoría de los supermercado daneses, también ha calado en otros países.
Wefood tiene previsto seguir su expansión. El próximo año tiene previsto abrir un establecimiento en Aarhus, la segunda ciudad del país.
Sin embargo, desde la asociación de mayoristas daneses la óptica es que hay que atacar el problema en su raíz.
El despilfarro alimentario tiene que ser “resuelto en su origen antes de verse obligados a entregar los productos a una tienda como Wefood”, estimó su director, John Wagner.